Cultura

Un camino largo y sinuoso

Este domingo tuve la oportunidad de viajar por carretera de Puebla a Monterrey, con mis hijos, para pasar las fiestas decembrinas con ellos en la Sultana del Norte y, al venir manejando, me vino a la mente una clásica de Los Beatles, “El largo y sinuoso camino”, que utilizo mucho como ejemplo en mis charlas de adicciones.

Lo que suponía ser un viaje de 10 horas y que planeamos salir a las 6 de la mañana para llegar más o menos a las 4 de la tarde, terminó siendo una travesía de 14 horas con múltiples contratiempos fuera del plan original, como normalmente sucede en todos los aspectos de la vida.

Comento lo anterior porque esa es precisamente una de las cosas más difíciles de entender cuando trabajamos en la consulta privada con adictos,

codependientes y personas con otro tipo de trastornos similares: la baja tolerancia a la frustración y la incomprensión de por qué la vida no siempre es como uno quisiera.

De hecho, en muchas ocasiones, en grupo terapéutico o en la consulta individual, utilizo una frase que le escuché alguna vez a un adicto en recuperación: los huevos no siempre son al gusto, muchas veces ya están hechos y, te los comes o te quedas con hambre.

Justo eso pensé ayer al venir manejando en este viaje que presentó de todo y al que no había más que ponerle paciencia, fe y buena cara.

Para comenzar, entre una cosa u otra la salida programada para las 6:00 se concretó hasta las 6:40 con situaciones casi imperceptibles que retrasaron toda la agenda.

Apenas en el primer tercio de la ruta, en territorio de Hidalgo en la autopista del Arco Norte, una patrulla de la Guardia Nacional nos detuvo y afortunadamente, después de un corto diálogo preventivo con un oficial muy amable, seguimos el camino antes de las 9 de la mañana.

Paramos a desayunar delante de Querétaro aparentemente sin mayores novedades y ya en territorio de San Luis Potosí comenzó a sentirse un clima gélido y lluvioso, así como algunos pequeños tramos con neblina, lo que nos hizo extremar precauciones, además de un par de accidentes que vimos al paso y que eran relativamente recientes.

Checamos el clima y nos percatamos de que el domingo amaneció húmedo, lluvioso y frío en Monterrey, por lo que seguramente el camino estaría más o menos con esas condiciones climatológicas.

Todo parecía transcurrir aparentemente normal ya en el tercer tercio del plan, de Matehuala en adelante, con los retrasos naturales por los pequeños imprevistos, cuando mi nuera checó el “waze” y nos dijo que faltaban como tres horas y media, lo que causó extrañeza por ser una distancia faltante que se podría recorrer en dos horas y que nos permitiría estar llegando cerca de las 5:30 de la tarde.

Unos kilómetros más adelante nos percataríamos del por qué de ese cálculo del tiempo de la aplicación de navegación vehicular: un accidente con incendio en Arteaga, Coahuila.

Una fila de casi una hora a vehículo parado en esa zona y un par de accidentes más adelante que a más de uno podría haber sacado de quicio, pero que en nuestro caso agradecimos, por una parte por estar salvos en el trayecto y por otra, cuando vimos la fila interminable en sentido contrario que calculamos serían de tres a cuatro horas parados en la carretera.

Finalmente, fuimos más afortunados de los que se dirigían a Matehuala o quizás hasta a la Ciudad de México, muchos de los cuales seguramente habrán tenido que pernoctar en sus trailers cuando la circulación se hubiese abierto.

Y cuando finalmente volvimos a estar en movimiento, una neblina cegadora nos acompañó hasta Saltillo, con su consiguiente estrés al volante porque además ya había caído la tarde.

Finalmente llegamos a Monterrey tras 14 horas de haber encendido el carro en la madrugada y, aunque cansados y con hambre, agradecidos con Dios porque nos trajo a salvo a nuestro destino final sin más contratiempos.

Al llegar y con gratitud plena, reflexionamos sobre la similitud de este viaje con el título de Los Beatles y con la vida misma, en la que muchas veces las cosas no son cómo nosotros quisiéramos, aunque sí está en nosotros hacer la diferencia en la actitud con la que tomemos las circunstancias.

Por ello me gusta mucho usar como ejemplo esa canción del cuarteto de Liverpool en mis pláticas con adictos, codependientes y otro tipo de personas, porque siempre afirmo que la vida no es buena, ni mala, sino que simplemente es y, depende de cada uno como asumimos lo que ella nos va presentando.

Así como hago la relatoría de este viaje carretero, valdría la pena hacer el análisis de cómo ha sido nuestro trayecto en este año por terminar.

¿Cuáles fueron los contratiempos? ¿Qué decisiones tuvimos que tomar cuando los planes iniciales cambiaron? ¿Cumplimos nuestras metas comprometidas? ¿Cómo ha estado nuestro nivel de tolerancia a la frustración? ¿Llegamos a donde habíamos planeado? Y, finalmente, ¿vivimos en gratitud o nos quejamos de la vida?

Al final del día, ayer solo me retrasé un poco en redactar mi artículo y en enviarlo a la redacción, no sin antes desearles felices fiestas a todos.

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Omar Cervantes
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