Una gran reflexión en materia de seguridad y de consumo de drogas nos ha dejado el libro “Todos Somos El Asesino”, de Aldo Fasci Zuazua, que fue presentado la semana pasada en la Feria Internacional del Libro del Tec de Monterrey, en la capital de Nuevo León.
El ex secretario de seguridad de tres gobernadores y ex subprocurador de justicia de Nuevo León sostiene que la omisión como sociedad nos hace cómplices no sólo del consumo de drogas, sino de participar en el mercado que sostiene la economíade la delincuencia organizada en nuestro país.
Además de poner el dedo en el renglón para seguir la ruta de las armas que provienen de Europa, particularmente de Rusia, así como el origen del fentanilo chino, el también asesor de instituciones privadas en materia de seguridadexpone que, según las propias estadísticas de la ONU y su experiencia en el campo en más de 20 años de actividad, la indiferencia y normalización del fenómeno criminal nos ha llevado en México a ser todos parte del problema.
Esta hipótesis especializada de quien ha participado en las instituciones públicas de seguridad en momentos de crisis en diferentes eventos desde la década de los 2000, es similar, en el campo de la salud pública, al argumento que yo he venido comentando desde hace varios años en lo que respecta al consumo de drogas en nuestro país, así como la urgente necesidad de multiplicar los programas de prevención y la reconstrucción del tejido social en nuestras comunidades.
Muchas veces en conferencias que he tenido oportunidad de impartir, así como asesorías a padres de familia y grupos que se organizan para hablar del tema, la variable que aún sorprende es cuando se preguntan a sí mismos, en qué momentos “se descompuso el país”.
Y es que es tan fácil vivir en la negación o la minimización del problema, mientras no lo tenemos en casa o en un ambiente cercano, que abrir los ojos y ver la realidad de cómo nuestras comunidades se han ido deteriorado en las últimas tres décadas, normalizando conductas y consumo de sustancias que afectan no solo a los individuos sino a sus familias.
Para México dejó de funcionar el argumento de que, en materia de drogas éramos un país de paso y que el destino final eran los Estados Unidos. En realidad, desde hace al menos tres décadas somos un mercado donde la compra-venta se ha ido disparando en diferentes sustancias, dependiendo de las condiciones socioeconómicas y demográficas de cada comunidad, según lo demuestran las encuestas nacionales de consumo de tabaco, alcohol y sustancias psicotrópicas.
Así como en cualquier tratamiento individual, el primer paso es la aceptación y pedir ayuda, como país deberíamos hacer un “mea culpa”, tener un golpe de realidad y enfrentar el tema con verdadero interés, dejando atrás la simulación y los programas de imagen.
En materia de salud hay que entrarle a fondo a la prevención, mejorar nuestra capacidad instalada en cuestión de atención y tratamiento, así como tener programas educativos y sociales que, en las comunidades nos ayuden a reconstruir el tejido familiar y comunitario.