Le he dicho muchas veces a Amanda: las mujeres tenemos magia.
Avasalladora y eterna, que se hereda, aún dentro de la más reticente de nuestras ancestras.
Es la magia de las huellas de aquellas que recorrieron los mil mundos antes que nosotras.
Es la magia de aquellas que en las cavernas eran consideradas como las únicas creadoras de la vida; la de las que construyeron míticas religiones en los templos de Isis, cuyos ritos cuidaban las cosechas y ayudaban a equilibrar el poder dispuesto por la humanidad.
Todas las mujeres somos magia por herencia y legítima defensa; forma parte de nosotras desde que empezaron a matarnos por brujas, por sanadoras, en la edad oscura de la humanidad y cuando llegaban en sus barcos a invadir nuestras aldeas y mancillar nuestros cuerpos.
La magia es la legítima defensa de las mujeres y sus cuerpos sangrantes, de la larga espera de sus almas y corazones enterrados en la arena.
Y toda esa magia, hija mía, también es tuya.
Junto a mis pies descalzos van los tuyos, sin idea consciente de lo que ser mujer implica y del poder que eres capaz de desplegar con sólo hundir tus pies en la Madre y pedir guía, con sólo llenar tus pies de tierras lejanas y antiguas.
La poderosa energía creadora que posee la que cría, crece y alimenta a nuestras madres a través de los años, las civilizaciones, las guerras y las transformaciones humanas.
Deseo que ese poder forjado a través de años y milenios de creación, de dolor y sobrevivencia, que toda esa fuerza latente de nuestras ancestras sea compartida a través de ti para que los pasos que camines sean suaves, como la tierra recién arada sobre la que te gusta caminar descalza; que sea suave, que sea inspiradora, que acompañe, arrope y te cuide mientras cuidas de ti misma y de otros, que sea, por fin, una magia que no sirva sólo para legítima defensa, sino para legítima creación, como antes, como al inicio de los tiempos.
Que tu magia sea la que te enseñe a mostrar amor y cuidar amores, que la magia sean suaves ondinas en el río.
Que el poder sirva para ponerlo todo en su lugar, un lugar calmo, que no lastime, que arrope, acompañe y crezca aquello que se hereda de mi madre, a mi hija, a las hijas de mis hijas.