Se les ha hecho costumbre a los hombres depredar mujeres, desde siempre, desde que tuvimos que esconder nuestra magia y nuestros poderes para protegernos de ellos.
Se solazan arrancándonos las uñas y limándonos los dientes, por miedo a que en algún momento les soltemos la dentellada y les arranquemos las sonrisas, devorando la humillación a la que nos sometieron.
Nos domestican poniendo hijos en nuestros vientres, violándonos cada noche manipulando nuestro corazón y nuestro sentido del deber.
Castrando nuestra magia, negándonos el derecho a aprender y a ejercer lo aprendido.
Nos encierran entre cuatro paredes con niños que lloran todo el día, con comida que debe cocinarse, con ropa que debe lavarse, con casa que te devora si no la limpias. Y así, nos aplastan hasta que se nos olvida que un día tuvimos garras.
Pero resulta que llega el día que les descubrimos a la amante, mientras nosotras les lavamos los calzones con su suavitel favorito. O se atreve a lastimar a nuestros hijos.
O nos exige que pidamos perdón de rodillas para recibir migajas. O nos mata de hambre dando cien al día para tres comidas y varios hijos . O nos golpea hasta casi la muerte frente a nuestras cría.
Algo sucede que logra que esa tristeza que nos mantiene en éstasis, reaccione.
Y entonces nos vamos con nuestros hijos y nada más. Nos defendemos, rabiamos, y nos juntamos con la manada para que nos proteja.
Pero el monstruo es fuerte y astuto. No le gusta perder a su mascota.
Ataca, apoyándose de las leyes del hombre. Nos acusa de locas.
Sí somos.
Nos dejaste locas, locas de soledad, de rabia, de necesidad de aprobación, llenas de violencia reactiva, de susto que se activa en autodefensa, iracundas y locas. Así nos dejaste.
Y como somos locas, alegas, no tenemos control, somos un riesgo para nuestros hijos.
Señor juez, los niños no deben estar con alguien tan desequilibrado.
Te enseño los dientes, los que recuperé apenas, cuando estuviste a punto de desgarrarme por completo.
Nadie, escúchame bien, nadie, dejará ir a sus hijos voluntariamente con el monstruo.
Antes que eso pelearé por todos los medios. Me esconderé y me pondré más loca porque yo conozco tu violencia.
Es gratuita, es control, tu no amas a las criaturas que creaste, solo las quieres al alcance para servirte, para venderles la idea errónea del amor y usarlos de armas contra quien fuera tu principal fuente energizante de servilismo y miedo.
Nos negamos. Y vamos a luchar en manada y solas, en madre, en mujer y en loba.
No te los vas a llevar.
