
Algo tiene Ciudad Satélite en el municipio de Naucalpan, Estado de México, que le ha abonado personajes varios a la vida pública del país; el grupo de música Café Tacvba, la medallista olímpica Zoraya Jiménez, el futbolista Luis García entre otros, otras, y claro, a Lourdes Roth López.
Lula, nacida “sateluca”, crece y se desarrolla la primera parte de su vida cerquita de las Torres (de Satélite) en los primeros años de la década de los ochentas. Hija de una matemática y un piloto, practica la gimnasia olímpica por muchos años, con la rudeza acrobática que ese deporte exige y que sin darse cuenta, le va forjando para los saltos y brincos que el destino le tiene reservado.
Tal vez el brinco más importante y definitorio, fue su llegada a Cholula para estudiar la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de las Américas Puebla, (UDLAP) y después de un año (hablando de brincos), migrar a la carrera de danza, a principios de los dos mil; ante la mirada consecuente de sus padres, quienes siempre lo supieron, esas cosas que los papás saben sucederán, invariablemente.
“A mí, me hubiera gustado mucho que me dijeran que no me cambiara de carrera, pero pues así pasó.” Sin embargo, de no haber dado ese brinco, tal vez, no gozaríamos del arte de Lula, hoy día.
“Fui muy afortunada de tener una carrera así, en formación, es muy raro en México”, con grandes e inspiradores docentes en la danza contemporánea. Sin embargo ésta (su formación), no se limitó a lo estrictamente académico y artístico, su otra formación tiene que ver con esos lazos de amistad, complicidades y ser testigo presencial de esa otra Cholula que se va desarrollando con los creadores de foros y núcleos de contra cultura y que a la distancia se respira una nostalgia por lugares como “Casa Nueve”, “La Perrera”, “La Búrbula” que fueron, entre otros, los sitios que acogían todas estas iniciativas culturales, tan auténticas y que hoy día hacen tanta falta.
Cholula en esos años, era una tierra alejada parcialmente del neoliberalismo rapaz, imbuida en su propia “culturalidad” tan pura como sus tradiciones; es tierra fértil para todo, donde se gesta un movimiento artístico al amparo de la UDLAP y de los docentes de la época, artistas experimentados y generosos, siempre dispuestos a la colaborar dentro y fuera del aula.
Todo ello permite a los y las jóvenes artistas en proceso, tomar las calles y la vida pública para manifestarse extramuros sin mayor pretensión que hacer arte por el arte.
Lula forma parte de esta efervescencia cultural y vive el performance del arte mismo, sin pudor y sin el aforo o público adecuado o presente. A veces entre vacas, a veces experimentando a cielo abierto sobre un carro, amarrados al techo del mismo, por las calles de aquel pueblito, (Alejandro Jodorowsky los hubiera amado); una suerte de “Dadaísmo Cholulteca.”
Para 2009, habría terminado su carrera, “me tarde mucho porque me embaracé a mitad de la misma, ¡planeadísimo! (risas).” Tan planeado como lo que no se espera, y así es que llegó “Hun”, su primer y único hijo, quien creció en manos de todos los artistas compañeros y las personas generosas que estuvieron ahí apoyándola y conteniéndola, doña Ale por ejemplo de la recaudería, que se lo cuidaba para que Lula pudiera ir a clase, o su casera que le enseño a cocinar. Sin pedirlo, se abrió a una vida intercultural.
Su vida académica se pudo extender al hacerse de una beca para estudiar una maestría en Estética y Arte en la Facultad de Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), lo cual le permitió volverse una bailarina sui géneris, una bailarina “intelectual” y que le abrió nuevos caminos a investigar y experimentar.
Cuatro brincos importantes, el primero, la creación de un proyecto escénico para niños junto con la actriz de teatro Mariana Oro, “Reflexiones de un tomate” en donde se aborda la temática de los alimentos transgénicos; el segundo, la separación del padre de su hijo; el tercero, el arropamiento de Guadalupe Maurer, quien la invita a tomar un taller de “clown”; y el cuarto, la incursión en la burocracia de la cultura, donde termina por desarrollar su habilidad para la gestión proyectos culturales. Y es entre tiempos que desarrolla a su personaje más icónico y personal, la cuenta cuentos “Cuentera Movediza”.
“La cuentera es la mejor versión de mí, que me mantiene súper feliz, un torrente de agua fresca y que he visto, conforme la he ido presentando, que genera mucho placer en las personas”.
La autenticidad de la cuentera, es la propia autenticidad de la trayectoria de Lula, un resumen de su devenir profesional, una ventana a su corazón infantil y generoso, y un devolverle a Cholula, lo que esta generosa tierra le ha dado.
Cholula puede ser tierra de paso, pero cuando te toma como su hija, hijo, te toma con amor.