La única persona que no puede ser ayudada es esa persona que culpa a los demás.
-Carl Rogers
Todo acto o pensamiento que nos sucede tiene remitente, sale del sujeto, es decir, de nosotros mismos; algunas veces es insoportable, ya que viene seguido de un juicio, en busca de alguna justificación para no asumirlo. Alguien tiene que tener la culpa y ese no soy yo.
Entonces ¿De quién es la culpa? ¿Por qué no somos capaces de asumir la propiedad de nuestros pensamientos, sentimientos o acciones?
Culpar al otro es un mecanismo psicológico que creemos nos permite evitar la conciencia de nuestra responsabilidad, como decía Carl Jung: “Es difícil pensar, por esa razón ¡es más fácil juzgar!”.
¿Cómo soltarse de esos atavismos? ¿De qué manera puedes ser tú y tomar conciencia de ti mismo? Así, todo cuanto haces o deshaces quieras o no es tu responsabilidad.
Lo que quizá no tomamos en cuenta es que si dices sí, si dices no o si no dices nada de cualquier manera estás decidiendo. Aún al no decir nada estamos decidiendo, elegimos que alguien lo haga por nosotros para después poder culpar al que tomó tal o cual elección.
Lo que no deberíamos de perder de vista es que se trata de nuestra propia vida. Somos responsables de lo que permitimos, de las omisiones que cometemos, del tamaño que le damos a las opiniones de los demás, de lo que nos negamos, muchas veces pensando que eso nos hace buenas personas. Freud dijo alguna vez: “Si no quisiéramos ser tan buenos seríamos mejores”.
Una reflexión importante es pensar que no somos víctimas de nadie, sino cómplices de lo que permitimos y que las personas actúan de cierto modo, pero nosotros decidimos si nos afecta y cuánto nos daña o si nos es indiferente e inocuo.
Esta es tu vida, asume las consecuencias, si no te gusta algo cámbialo, si algo no te hace feliz déjalo ir. Como dijo Goethe: “Qué insensato es el hombre que deja transcurrir el tiempo estérilmente”.
Dice Jean Paul Sartre: “Yo tengo que dar sentido al mundo y a mi esencia: yo decido sobre ellos, solo, injustificable y sin excusa. Estoy condenado a ser libre”.
Para ser libre Freud señalaba que el sujeto debe deshacerse de dos sentimientos: el miedo y la culpa; el precio que pagamos por nuestra avanzada civilización es una pérdida de felicidad a través de la intensificación del sentimiento de culpa. ¡Libérate de ella y vive: ésta es tu vida!
Miriam Colín
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