“Si entendiéramos completamente las razones del comportamiento de otras personas, todo tendría sentido”.
-Sigmund Freud
Vivir en familia durante la pandemia ha sido una odisea. Por momentos la permanente convivencia nos ha llevado a situaciones que pueden ser narradas como anécdotas: buenas o malas, de confrontación o de disfrute.
Si nos detenemos un poco podríamos analizar una de esas escenas y encontraríamos situaciones emocionales que se viven con dolor, temas de salud mental que no alcanzamos a detectar. A la hora de la cena, sentados a la mesa, una familia se dispone a comer, Juan interrumpe molesto, comenta que no puede comer así y hace comentarios como: “¡Es horrible comer contigo, no soporto el ruido que haces al masticar!”.
La armonía se rompe y la comida pasa a segundo plano, entran en una discusión llena de malos entendidos y adjetivos desagradables e hirientes.
Lo que no saben es que Juan padece de misofonía.
La misofonía es una hipersensibilidad auditiva que hace que una persona escuche sonidos que para los demás son imperceptibles y además es selectiva, generando irritabilidad, ira, desagrado, rechazo y, en ocasiones, hasta taquicardia, sudoración, agresividad, deseos de escapar y accesos de furia o pánico.
La relación de Juan con sus familiares se deteriora por estos accesos. Al acudir a una consulta psicológica y enterarse que se trata de una condición física, que puede ser tratada, que tiene una solución: mejorando la interacción y la convivencia.
Este es un ejemplo de cómo hoy en día el aislamiento exacerba los efectos psicosociales del individuo. Debemos poner atención, pues como dice Sigmund Freud: “Toda la vida familiar está organizada alrededor de la persona más dañada en ella”.
Miriam Colín
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