El agradecimiento es la memoria del corazón. -Lao Tsé
Agradecer es dar valor a lo que nos es más caro en la vida: ser reconocidos, es decir, existir, no ser invisibles. Al validar las acciones del otro nos validamos a nosotros mismos, pues somos dignos de aquel gesto desinteresado.
Para entenderlo en su conjunto basta con observar el lado opuesto de la moneda: la ingratitud.
¿Por qué actúa así el ingrato?
Por negación emocional, al evitar abrirse a los demás, presentándose a sí mismo como autosuficiente cuando carece de autoestima, esta circunstancia lo hace vulnerable a las opiniones de los demás.
Por egoísmo, el sujeto es el centro de sí mismo, lleno de soberbia, por lo que no hay motivo para agradecer, pues es deber de los otros, ya que él “todo lo merece”.
Por discapacidad emocional, al no reconocer a los demás no se reconoce a sí mismo, no establece empatía ni conoce la gratitud.
Uno de los sentimientos más elevados y escasos es el agradecimiento, para que este sea genuino ha de ser –necesariamente– desinteresado.
Agradecer implica a los que llegan, los que se quedan y los que se van, por todo lo que nos obsequiaron: su tiempo, sus pensamientos, sus ideas, su afecto y su insustituible compañía; aquí aprovecho para agradecer a Vanessa Aguilar por su valioso acompañamiento en la producción de esta columna.
Se ha demostrado que aquellos que lo practican aumentan de manera significativa el sentimiento de felicidad, además de la salud física. El agradecimiento mejora el sueño, estimula la inmunidad y disminuye el riesgo de enfermarse, sobre todo en esta incierta época de pandemia.
Esta práctica cordial de dar las gracias no solo debería limitarse a los demás ¿Cuánto sufrimiento nos podríamos evitar al agradecernos por todo cuanto nos sucede? Esta óptica nos permite ser responsables por cómo gestionamos nuestras emociones, dicho de otro modo, una mala experiencia puede derrumbarnos o nos permite crecer emocional y espiritualmente. Podemos ser víctimas del destino o aventajados alumnos de las lecciones que la vida nos regala. Daniel Defoe lo resume diciendo: “Todo nuestro descontento por lo que nos falta es el resultado de nuestra falta de gratitud por lo que tenemos”.