No me imagino, ni quisiera estar en los zapatos de la familia que en días pasados fue asaltada en la autopista Puebla-Orizaba a la altura de las llamadas Cumbres de Maltrata, y obligada a caminar varios kilómetros ante las inclemencias del tiempo y en una zona tan riesgosa.
Es una experiencia que a nadie se le desea, porque debió haber sido aterradora, por la hora y las condiciones de esa carretera, que de día disfrutas de un hermoso paisaje, pero de noche cambia el panorama.
El reporte de mi compañero Carlos Morales revela que tuvieron que caminar varios kilómetros en medio de la oscuridad y con el frío tras sufrir un asalto, sin que alguna unidad de la Guardia Nacional haya intervenido, o al menos patrullado ese sector.
De acuerdo con el Ayuntamiento de Atzitzintla, en Puebla, ubicado en las laderas del Citlaltépetl, fueron elementos de la Policía Municipal y de Protección Civil los que se encargaron de brindar asistencia a las víctimas luego de que ellos mismos llegaran caminando a la localidad.
Según dicen, la familia llegó caminando a la cabecera municipal y ahí fue auxiliada con refugio temporal y alimentación, además de darles asesoría jurídica para presentar la denuncia correspondiente.
Como siempre sucede, después de muerto el niño andan tapando el pozo, también llegaron elementos de la Policía Estatal para entrevistarse con los afectados y luego de la querella correspondiente iniciaron la búsqueda de su vehículo, el cual fue robado por sujetos armados.
Por cierto, horas más tarde la unidad fue localizada sobre la misma autopista en inmediaciones del municipio de Maltrata, en Veracruz, donde fue asegurado por personal de la Guardia Nacional (GN).
Aunque nos consta que la autoridad está haciendo esfuerzos para controlar los hechos y que el operativo Cero Robos está dando resultados, éstos siguen siendo insuficientes.
Este domingo el arzobispo Víctor Sánchez dijo en su homilía que el gobierno no debe evadir la realidad, y reconocer que la sociedad tiene miedo ante la inseguridad provocada por los delincuentes.
Que la violencia ya no es privativa del norte del país, y que en Puebla los ciudadanos tienen miedo y ese temor puede llevarlos a encerrarse en sus propias prisiones.
Luego del trago amargo que pasaron estas personas no queda más que insistir, y el arzobispo está en ese mismo tenor, en que las autoridades hagan mejor su trabajo porque la verdad si decepciona y molesta que sigan pasando estas cosas en nuestro país.