La familia de José Alberto Sánchez, el joven que perdió la vida en un accidente en días pasados en la vía Atlixcáyotl, asegura que no han aceptado el convenio de reparación de daño, o como se diga legalmente, porque es obvio nada podrá reparar el dolor que provoca la pérdida de un ser querido.
Por su lado, la Fiscalía General del Estado, sostiene, y la verdad tengo mis dudas, que la mayoría de los involucrados en el percance llegaron a un acuerdo económico, con el cual Fernando N., de 25 años de edad, salió libre tras provocar la muerte de un hombre, dejar dos lesionados y destrozar cinco vehículos.
Se les olvida que todavía hay un herido, el conductor del taxi que todavía se debate entre la vida y la muerte, y sabrá Dios si podrá recuperarse de las lesiones provocadas. Mientras lucha en una cama de hospital, el asesino imprudencial ya duerme tranquilamente en su casa.
Para la autoridad parece suficiente con que el homicida imprudencial entregue una cierta cantidad de dinero, para subsanar lo que este sujeto provocó a una familia que acaba de perder al sostén de sus hijos.
Suena hasta insensible que mientras los familiares de José Alberto Sánchez estén sepultándolo, el irresponsable conductor ya goce de la libertad, y que con el poder del metal doblegue las leyes en este estado.
Sorprende también la rapidez con la que fue liberado, porque dudo que la investigación haya sido tan efectiva para determinar si conducía bajo los influjos de alguna droga, tomando en cuenta que el alcohol es considerado como tal.
Los afectados exponen que la audiencia en Casa de Justicia se desarrolló el pasado lunes, y su asesor legal ni siquiera pudo estar presente por aparentes cambios en los horarios, por lo que al llegar, solo pudieron ver como Fernando, el homicida culposo, se iba con su familia.
En los casi 40 años de actividad periodística me ha tocado ver muchos casos como éste, y no deja de indignarme que las leyes sean tan benévolas con sujetos como Fernando. A sus 25 años llevará en su conciencia, si es que la tiene, el peso de una muerte.
Por lo que respecta a la autoridades, quisiera ver si juzgarían con esa misma prontitud si alguna persona cercana estuviera en esa situación. Por supuesto que no se lo deseo ni a ellos ni a nadie, pero como diría mi compañera Andrea Montufar: tú que fueras.