Si solo entre Lenia Batres Guadarrama (5 millones 472 mil 976 votos) y Hugo Aguilar Ortiz (5 millones 767 mil 52 votos) lograron captar más de 11 millones de sufragios, quiere decir que son más populares que muchos de los gobernadores electos.
Es una cifra difícil de creer, pues hasta antes de este proceso ambos eran personajes casi desconocidos para la mayoría de los mexicanos, y solo en su círculo cercano siempre estuvieron disputando la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Tampoco suena lógico que abajo de ellos dos existan casos como el de Yasmín Esquivel Mossa (4 millones 906 mil 378), o el de Giovanni Azael Figueroa Mejía (3 millones 369 838 votos), que lograron ganarse la confianza de poco más de 8 millones de votantes en dos meses de campaña, y sin recursos.
Si este ejercicio fuera real, entonces hemos derrochado miles de millones de pesos en partidos políticos sin credibilidad, y que a lo largo de todos estos años nos han quedado a deber.
Las campañas comenzaron el 30 de marzo, y concluyeron tres días antes del domingo 1 de junio, y aún así lograron atraer, según las cuentas oficiales del INE, a mas de 13 millones de personas en edad de sufragar.
Me consta que no hubo los grandes dispendios, y que todos los aspirantes sufrieron para encontrar espacios en los medios de información para difundir sus cualidades, porque hubo mucho temor para no caer en una causal que los dejara fuera de la contienda.
En esta ocasión no hubo los eventos masivos, ni las grandes inversiones en merch como en las campañas a gubernaturas, ya no digamos en las presidenciales, o espacios publicitarios exteriores.
A eso habría que agregar la complejidad del proceso, y las dificultades de la gente para marcar las boletas, por la cantidad de nombres y colores. Con todo y eso, salieron a las urnas millones de personas.
Si las cuentas del Instituto son verídicas, quiere decir que hemos derrochado dinero a lo tonto en las últimas décadas, en partidos que nos han hundido en la miseria sin que haya consecuencia alguna.
Suponiendo sin conceder que todo haya transcurrido en paz y con transparencia como dicen, debemos reflexionar sobre nuestro sistema político, y el gasto millonario que históricamente hemos hecho sin resultados. De ser así, por supuesto que debemos ver el vaso medio lleno.
