Cultura

Con V de Virginia y nosotras

Virginia Woolf. Una habitación propia. Pequeños grandes tesoros de la literatura. RBA. México, 2023.
Virginia Woolf. Una habitación propia. Pequeños grandes tesoros de la literatura. RBA. México, 2023.

Desde hace unas semanas, en los puestos de periódicos hay Una habitación propia, un espacio de reflexión —no sólo feminista— en donde Virginia Woolf ofrece una exploración de las limitaciones de las mujeres en distintos ámbitos. Este ensayo fue escrito en 1928 y es indiscutible su vigencia. Siempre es estimulante reencontrarse con las palabras de Woolf, con esa mirada que escudriña y compara lo que viven las mujeres en relación a los hombres. ¿Un ensayo de casi cien años tiene actualidad en nuestros días? Por supuesto, porque pese a los cambios en la sociedad, prevalecen escenarios. Porque aún subsiste la discriminación estructural hacia las mujeres con varias ramificaciones —violencia, inequidad laboral, falta de flexibilidad en horarios para las que son madres de familia, entre otras circunstancias adversas.

Cada vez que una lectora se asoma a estas páginas por primera vez, en su rostro se ilumina una sonrisa de complicidad y certeza. ¿Cómo no identificarse con ese velo oscuro con el que se veía a las mujeres? ¿Cómo no estar de acuerdo con los planteamientos de Woolf? ¿Cómo no sentir indignación ante la visión miope y misógina? Una joven que camina rumbo a su casa, a la escuela, y se encuentra en el puesto de periódicos con una habitación que puede ser suya, la de otras, la de todas. Y en ese instante, la lectora se siente arropada, segura, comprendida, reivindicada, escuchada. Parecería como un remanso en la agreste y violenta metrópoli o poblado, en donde cada quien trae un rumbo fijo y rara vez nos preocupamos por el o la de junto; es decir, sentimos empatía.

En ese momento la literatura cumple una doble función: muestra una mirada hacia la libertad y, al mismo tiempo, la prosa de la escritora deleita con los pormenores para escribir y repensar un par de conferencias en la Universidad de Cambridge para un público femenino.

Acaso, por primera vez, hay una edición en castellano que puntualiza acerca de quiénes escucharon las conferencias de la escritora inglesa. “Acudieron a ellas jóvenes enérgicas y valientes que escucharon en un ambiente desenvuelto. Algunas encontraron a Woolf demasiado irreverente. La charla fluyó implicando a la audiencia, sin vanidad, mujeres cara a cara. Y así quedó plasmada para el futuro una de las primeras historias de la literatura femenina, una defensa de la libertad intelectual y una reflexión sobre la sociedad y la creación artística. Un texto que todavía hechiza y divierte a quien lo lee”, advierte la edición de RBA a manera de prefacio. La traducción es de Ana Quijada, María Serrano e Irene Vidal. Cabe mencionar que es más conocida y posee más ediciones la traducción hecha por Jorge Luis Borges.

Sin demeritar la labor de Borges como traductor en lengua inglesa, conviene precisar a quién se dirige Virginia Woolf en la universidad. Podría pensarse que les habla tanto a hombres como a mujeres, estudiantes interesados en la literatura. Así lo maneja Borges: usa “nosotros”. En la edición de la UNAM (México, 2006), Raquel Serur incluso llega a esta conjetura: “Con el dolor de su feminidad victoriana a cuestas, cuestiona y pone el dedo en la llaga justo ante el público de los gentlemen más seguros de sí mismos, en el centro académico más importante y prestigioso de Inglaterra en 1928: la Universidad de Cambridge. Universidad a la que ella misma hubiera deseado asistir como estudiante formal, pero que en su época tenía cerradas las puertas a las mujeres”. Serur insiste diciendo que “se esmera ante ese público imposible”. Sin embargo, aquí hay un “nosotras”. Existe información de que las conferencias fueron impartidas en octubre de 1928, en el Newnham College y el Girton College, ambas universidades femeninas de la Universidad de Cambridge. Eso convierte al texto en uno de los primeros acercamientos a la problemática social y cultural que viven las mujeres, dentro de una tradición literaria dominada por hombres. Una cátedra excepcional, sin precedentes.

La época isabelina que se caracterizó por negar la participación de las mujeres como creadoras en el arte y la literatura, desafortunadamente encuentra eco cada vez que alguien organiza eventos culturales o coloquios en donde casi no hay participación femenina. Y ya no hablemos de espacios —culturales o de otra índole— en donde la alternancia del poder es exclusiva entre hombres. Visiones estrechas para mundos subalternos, de oropel, mas no reales.

En Inglaterra, en 1918, las mujeres consiguieron el derecho a votar. Diez años después Woolf revisa lo que pasa con las mujeres y la escritura, las implicaciones y quiénes han contribuido a la literatura femenina. Woolf repasa la obra y los alcances de Rebecca West, Aphra Behn, Jane Austen, las hermanas Brontë, Jane Ellen Harrison, Ane Finch, la Condesa de Winchilsea y George Eliot. Una habitación propia se escribió en 1928 y se publicó un año después, es un libro que encuentra reverberaciones tanto en El segundo sexo (1949) de Simone de Beauvoir y, tomando en cuenta que se basa también en una revisión de las aportaciones de las escritoras, en Mujer que sabe latín (1973) de Rosario Castellanos. En México las mujeres comenzaron a ejercer su capacidad de elegir y ser elegidas políticamente en 1953. (Setenta años después nadie hubiera pensado que, en 2024, tendremos una elección sin precedentes).

Se nos olvida cómo es que estas notables mujeres escritoras también hallaron una habitación propia y abrieron brecha en espacios en donde no era común que los frecuentaran, como es el caso de la publicación de libros y la crítica. Sobre este último punto, Woolf enfatiza en “la imposibilidad de que una mujer opine que tal libro es malo, o tal cuadro es flojo, sin provocar más sentimiento y más ira que si opinara un hombre. Pues si ella quiere decir la verdad, la imagen del espejo se encoge; su capacidad vital disminuye”. La crítica, si está sustentada y no es un ataque de una disputa en particular, debería ser asumida como lo es: una visión de una obra para difundir sus aciertos y tropiezos, y no tendría por qué adquirir otro carácter si proviene de un varón o de una mujer.

Cuando leí por primera vez este ensayo —y pensando que había hablado ante señores— me vino a la mente la mueca congelada de los varones que asistieron a las conferencias de Woolf; siempre creí que la tacharon de loca, pues no podían entender de qué les estaba hablando o por qué se quejaba de la situación de las mujeres si invariablemente les había correspondido ese sitio en el mundo, un no-lugar.

Con V de Virginia, v de vigencia, valor y veracidad.


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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • [email protected]
  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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