En octubre de 2002, Francisco Toledo, originario de Juchitán, Oaxaca, reconocido artista plástico, filántropo y activista social, cuando se enteró del proyecto de abrir un restaurante de la cadena McDonald’s en el Centro Histórico de Oaxaca, decidió impedirlo, y lo logró.
Además de una protesta con tamaliza en el zócalo de Oaxaca, envió una larga carta a los directivos de McDonald’s Corporation, en Oak Brook, Illinois, en la que expuso sus argumentos para oponerse a la apertura del lugar en ese sitio; pues según el artista, «éste causaría daños a la economía local y al patrimonio cultural.»
En ella enfatizaba: «La presencia de McDonald’s homogeneizaría y desvirtuaría lo que es único en el mundo. Si permitimos la entrada de este tipo de cadenas al Centro Histórico, Oaxaca se va a parecer cada vez más a cualquier ciudad estadunidense y perderá el atractivo que genera nuestra principal entrada económica: el turismo».
La laguna del Carpintero, con su vocación de área natural y protegida, contiene y resguarda valores intangibles. El paseo, la caminata con fines recreativos y sociales, de apreciación de la belleza natural, de convivencia al aire libre, en espacios públicos de áreas abiertas, donde la vista pueda ver a la distancia los verdes y azules del manglar y la laguna, y los pasos sentir la cadencia del momento solaz.
Lejos de zonas doradas y centros comerciales, y lejos del fuego y la frialdad del concreto de sus construcciones.
La rueda de la fortuna y los recientes restaurantes en su proximidad perjudican la vocación del lugar de paisaje natural y de paseo de cohesión social, y restan al impacto cultural y turístico que actualmente posee.
Extraño y reconozco el liderazgo de Miriam Huberman y Nora Gómez, protegiendo su manglar, y el compromiso de los ciudadanos que entonces empalizamos con esa causa.
Hoy, los que estamos aquí, quedamos mudos, ante el autoritarismo y la falta de sensibilidad cultural y social. Después de mudos, quedaremos ciegos, sin percatarnos cómo los parques y las plazas, las lagunas, los ríos, y la ciudad, obedecerán a un proyecto distanciado del bienestar social colectivo, de la protección de los valores naturales y culturales.
Entonces necesitaremos no un Toledo, como hoy, sino un Saramago que nos describa como un pueblo contagiado de esa ceguera blanca de quienes, teniendo tanta información sobre el destino vacío de humanismo que propicia lo que hoy se está destruyendo, lo permiten.