Cultura

El adiós a la casa de papá y mamá

  • Taller Sie7e
  • El adiós a la casa de papá y mamá
  • Martha Izaguirre

El mejor libro es aquel que abre las puertas a otras dimensiones a través del tema que trate. Un escritor dice: Mi casa es la escritura, cuando pierdo la llave de su puerta… encuentro otra llave… y otra puerta.

La escritura de la memoria es la ensoñación de una casa, que habitó un espacio, que habitó una vida. Es así que el libro que presenté ayer en el teatro El Farol, “El adiós a la casa de papá y mamá”, de mi autoría, me ha llevado a comprender qué importante es una casa:

Para decir cielo se dice: La Casa del Padre

Para decir templo el mismo Cristo dijo: Mi casa es casa de oración

Para decir espíritu decimos: Una verdad es una casa

¿Han escuchado?: La educación empieza en casa

Y ante el peligro de la violencia llamar al ser querido preguntar: ¿Todos están en casa? Y ante una pandemia: Quédate en casa

Y qué decir ante una etapa difícil en la vida: Siempre está el camino de regreso a casa.

Habitamos una casa física, una casa cultural, una casa psicológica, una casa familiar-biográfica-poética, una casa de huéspedes es al fin la vida en este planeta.

He pensado también en la desnudez del sin-casa, del indigente, he pensado que ha sido desalojado de la intimidad.

Sabines tiene un bello poema: “La casa me protege del frío nocturno, del sol de mediodía, de los árboles derribados, del viento de los huracanes, de las acechanzas del rayo, de los ríos desbordados de los hombres y de las fieras. Pero la casa no me protege de la muerte, ¿por qué rendija se cuela el aire de la muerte?”

Pero una casa no protege de la muerte, sino que la recibe aunada a la vida de los que la habitan. Tanto mamá como papá murieron en casa. La casa los acunó en su último sueño, y los vio ser espíritu. Todo poeta lo sabe: la casa de la vida, parafraseando a Benedetti, “un día se va a partir en dos, no sabré donde guarecerme, porque todas sus puertas dan afuera del mundo”.

He pensado en los modos de morir de una casa: la demolición, el fuego, la tormenta, el abandono. Mi casa murió como el destello del mágico objeto, que frente al alma de niña, aparece y desaparece, y siempre permanece existiendo.

No les contaré el final del relato, pero sí les diré (parafraseando a Carlos Fuentes) que hay escritura que logra que un pasado se vuelva futuro. Creo que este libro lo logra, pues me ha dejado una enseñanza: Detrás, y frente a todo adiós, hay un camino.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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