Política

Sí se puede

para muchos, la idea de tener un automóvil es sinónimo de éxito, desarrollo personal y profesional, incluso de status, por lo que lo han puesto como una de sus tantas metas por cumplir en la vida.

Sin embargo, sería interesante analizar el por qué tantas personas compran o han comprado esta idea y la han hecho suya (y hasta parte de sus vidas). Más que criticarlos a ellos, mi intención con estas letras es desenmascarar las verdaderas razones que los ha llevado a creer lo anterior, a pesar de no ser lo correcto.

En primer lugar, gran parte del problema recae en cómo los medios de comunicación y las empresas automotrices nos han ido metiendo en la cabeza, a través de campañas publicitarias, el que tener un automóvil privado es para personas “ganadoras” y “exitosas” (o hasta para los Mauricios Garcés “conquistadores de mujeres”, si no me creen, solo es cuestión de que le presten atención a algún comercial al respecto).

Han retratado a personas y hasta familias que aparentan ser más unidas y felices gracias a que poseen un automóvil; con vidas rápidas (ya que promueven las altas velocidades en dichos comerciales), y hasta opulentas y con mucha mayor aceptación por parte de la sociedad.

Pero esto no es nuevo, sino que data desde hace aproximadamente 70 años atrás (después de la Segunda Guerra Mundial), época en la que se busca detonar al sector automotriz para ayudar a recuperarse a los países más afectados por la guerra.

Desde entonces, se nos ha venido diciendo de muchas formas que el auto es el medio de transporte más óptimo para movernos: por su rapidez, su comodidad, su diseño y el status que nos daría el poseer uno. Y no solo eso, sino que lo promueven como el mejor medio para que las familias se transporten, por seguridad y optimización de recursos.

Pero esto no hubiera sido posible sin la ayuda de los gobiernos locales y nacionales; en México se inició el fortalecimiento de la industria automotriz a partir de la década de los sesenta con el primer decreto automotriz, seguido por el decreto de Salinas de Gortari llamado Decreto para la Modernización y Promoción de la Industria Automotriz en 1989 para autorizar la importación de vehículos nuevos, y con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), principalmente.

No obstante, las políticas de vivienda y el rumbo que tomaron nuestras ciudades para hacer frente a este tema, coadyuvó en propagar esta idea, puesto que la infraestructura fue diseñándose enfocada en el automóvil, privilegiando a quienes se movían en él.

Es por eso que hoy en día es muy fácil caer en el error de que el automóvil es el mejor medio en el que nos podemos mover, puesto que ante tanta “buena” publicidad que se le ha hecho, y a todas las condiciones (injustas) que ayudan a defender esta idea, es difícil ver las externalidades negativas que este provoca en nuestra salud y en la salud de nuestras urbes.

Pero sí se puede, sobre todo cuando existen estrategias como el Día Mundial Sin Auto, la cual surgió en 1988 con el objetivo de conmemorar un día para que las personas disminuyan el uso del automóvil cada 22 de septiembre.

O como el caso que les mencioné en textos anteriores, donde París logró sacar al automóvil de su centro urbano, a fin de promover que las y los ciudadanos utilicen medios de transporte más saludables y sostenibles, porque sus autoridades entendieron los errores que se han cometido en las ciudades al otorgarle tantos beneficios al automóvil.

Si París ya pudo, ¿por qué nosotros no?

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Marcela Brown
  • Marcela Brown
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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