La lealtad, la responsabilidad, la tolerancia, el disfrute, la bondad y el compromiso de no provocar dolor son rasgos positivos de la vida familiar los cuales nos enriquecen recíprocamente.
Cuando las personas crecen juntas, hay dolor, tensión y lucha.
Lo consideramos normal, pero necesitamos concentrarnos más en el modo de llevarnos bien.
Las diferencias entre las generaciones y los sexos se describen en polaridades: los padres explotan a los hijos, los adolescentes luchan contra los padres, las mujeres hablan con una voz distinta y de emociones y los hombres tienen formas extrañas de comunicarse.
El maltrato a los hijos, el abuso sexual, la violencia familiar, la mujer golpeada, el abandono de los ancianos son todos síntomas de la mala marcha de las relaciones.
Ayudemos a la familia a buscar alternativas.
Asumamos la tolerancia en las diferencias y la aceptación de las limitaciones.
En lugar de subrayar el poder y la debilidad (villano y víctima) enfoquemos la complementariedad y la construcción de acuerdos.
En estos tiempos se habla mucho de las “familias disfuncionales”, y muchas personas se consideran sobrevivientes heridos, pero la familia tiene recursos inexplorados de apoyo, amor y cuidado, y el bien de los muchos será también el bien de cada uno.
En el calor del conflicto en la familia se afirman reclamos contradictorios de sus personas agraviadas: “¡Siempre tratas de controlarme!”, “¡Sólo te preocupas de ti mismo!”, “¿Y yo?”.
La lucha prevalece sobre las conexiones silenciosas que los convierten en una unidad, y asfixia la capacidad para la realización por medio de la cooperación.
Estamos conectados entre nosotros pero por lo general no lo advertimos.
Hay que prestar atención a la conexión. En cuanto los miembros de las familias dejan de verse en la conducta frustrante de los otros y empiezan a verse vinculados entre sí, descubren opciones totalmente nuevas para relacionarse.
Se descubren las pautas que los mantienen ligados y se dejan de tratar de cambiarse unos a otros y comienzan a aprender a vivir juntos.
Reconocer que cada uno de los miembros de la familia es una parte significativa del todo les permite a los miembros de la familia ser ellos mismos al estar plenamente unidos.
No obstante la destructividad del poder abusivo, y que a veces el débil debe ser protegido y el cruel controlado (si es necesario por la fuerza) las familias, cuentan con variedad de recursos que tienen sus miembros y los modos como pueden cambiar, es decir, usar esos recursos de otra manera.
Esto significa aceptar las posibilidades y limitaciones de uno mismo y de los otros. Significa tolerar incertidumbres y diferencias.
También significa esperanza: esperanza de nuevos modos de vivir juntos.
Esta es el énfasis que nuestra sociedad necesita oír: la conexión del yo-y-tú, la persona en el contexto, responsable ante los otros y por los otros.
Necesitamos el coraje de renunciar a la ilusión egoísta y aceptar las limitaciones para vivir en relación y cooperación en una sana y armoniosa conexión familiar.