Quien más, quien menos, sabemos qué es mentir porque hemos mentido alguna vez de niños.
Pero al convertimos en padres, nos preocupa que nuestros hijos mientan.
Buscamos mil maneras de evitar que la mentira se convierta en un hábito, incluso nos violentamos cuando descubrimos que nuestro hijo nos miente.
Habrá que diferenciar la mentira de la causa que la propició. Y señalar que lo importante no es la mentira, sino la conducta -o sentimiento- que intenta ocultar esa mentira.
Las causas de la mentira son generalmente de tipo psicológico, o quizá habrá que descubrir y precisar, con mayor propiedad, las causas psicológicas que inclinan a la mentira.
Encontramos que cada etapa del desarrollo tiene una mentira característica y una motivación asociada.
Los niños muy pequeños (2 o 3 años) no siempre distinguen la fantasía de la realidad, lo cual les impide diferenciar una mentira de una verdad.
Disfrutan inventando historias y -en ellos- la mentira se debe más a un uso de su imaginación, que a una intención de ocultar una verdad.
Cumplidos los 5 o 6 años, ya entiende la diferencia entre realidad y fantasía y no insiste tanto en la veracidad de sus invenciones.
Pero a esta edad comienza a ver que ciertas conductas decepcionan a sus padres y que pueden traerle problemas.
Este descubrimiento le lleva a mentir, como intento de evitar una desaprobación, o un castigo.
Un niño de esta edad también recurre a la mentira, como modo de obtener mayor atención de parte de sus padres.
A los 7 u 8 años, los niños incorporan la idea de "mentira piadosa", o mentira por compromiso. Entonces, aprenden a agradecer un regalo aunque no les guste, o a felicitar a alguien aunque no lo merezca.
También a esta edad aparecen las mentiras como mecanismo de defensa, ante las presiones de los padres respecto de su desempeño escolar, o de otra área de su vida.
Llegada la adolescencia, la mentira se convierte en un recurso para proteger la intimidad.
A medida que los hijos crecen, necesitan más independencia y no desean contarles a sus padres todos los detalles de su vida.
Si un padre hostiga a su hijo adolescente con permanentes y detallados interrogatorios acerca de su vida social, académica, etc. ... El joven se sentirá forzado a mentir para preservar su privacidad.
En casos extremos, la mentira de un adolescente puede cobrar un significado más preocupante: esconder una conducta inapropiada o peligrosa, (consumo de drogas, alcohol, o el desarrollo de un desorden alimentario).
Así aprendimos y ahora de adultos mentimos -como los niños-, la mentira actúa como un mecanismo para protegernos y cuidarnos, evitando el malestar, la angustia o las consecuencias negativas que puedan derivarse de decir la verdad.
Pero atención: la verdad nos libera y nos hace libres.