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Sobre la reflexividad y las profecías autocumplidas

La idea de que, si una economía está anclada en sus fundamentales, y estos son fuertes, entonces es muy poco probable que caiga en una recesión es una idea relativamente nueva. De hecho, que los economistas y el público en general volteen a ver a los fundamentales económicos (empleo, inflación, crecimiento del PIB, etc) para determinar cómo está y hacia dónde va una economía empezó a tomar relevancia a mediados del siglo pasado.

Si bien la industria de “pronósticos económicos” se fundó en EU durante 1910, perdió completa relevancia durante la Gran Depresión de los años 30 cuando toda confianza en los pronósticos económicos se perdió ante la inhabilidad de los economistas de predecir la debacle. Dicha industria tardó algunas décadas en renacer, y empezó a volverse de nuevo relevante alrededor de la década de los 60 en EU. Antes de eso, los fundamentales y los pronósticos no se volteaban a ver.

¿Puede imaginar el lector un mundo sin métricas “duras” y pronósticos de donde “agarrarnos” para sobrellevar la incertidumbre del día a día? En lo personal, no puedo. Dichas métricas están muy arraigadas en la cultura financiera y económica de nuestros días, y son muchos los tomadores de decisiones que las voltean constantemente a ver para intentar dilucidar hacia dónde va el derrotero de tal o cual economía. Sin embargo, hay grandes personajes en el mundo económico y financiero que les prestan poca atención. Uno de ellos es George Soros.

Soros es uno de los grandes proponentes de una teoría sociológica nacida en los años 20 denominada “reflexividad”. La teoría de la reflexividad dice que, en la estructura de las creencias humanas, en muchas ocasiones existe una relación circular, casi incestuosa, entre las causas y los efectos, es decir, causas y efectos se refuerzan constantemente en una especie de espiral recursiva que hace que las expectativas de las personas se alejen de la realidad, causando distorsiones.

Si bien la teoría de la reflexividad es una teoría general sobre las creencias humanas, es fácilmente aterrizable al ámbito económico y financiero. Bajo esta teoría, el inversionista no toma decisiones basado en la realidad, sino en su percepción y expectativa de la realidad. Obviamente, al tomar decisiones basándose en dichas percepciones, la realidad se ve afectada, lo cual refuerza la expectativa original logrando así una espiral que termina distorsionando la realidad a favor de la expectativa.

Esta teoría fue retomada también por el sociólogo Robert K. Merton (padre de Robert C. Merton, co-autor del modelo Black-Scholes-Merton y artífice de la debacle de Long Term Capital Management), el cual acuñó el concepto de “profecía autocumplida” basándose en los trabajos originales de la década de los años 20s. Por cierto, esta relación padre-hijo es un excelente ejemplo de cómo la historia tiene un sentido del humor y de la ironía que sobrepasa al escritor más imaginativo y brillante, pero bueno, eso es tema para otra ocasión.

¿A dónde voy con todo esto? Hoy por hoy, los fundamentales económicos parecen tener buena cara: la tasa de desempleo en EU en niveles cercanos a pre-pandemia, consumo fuerte y el crédito aun creciendo apuntan a una fortaleza económica importante, sin embargo, las expectativas de un rápido deterioro de la economía están empezando a permear en el discurso económico, y podrían empezar a afectar la forma en la que las personas se comportan.

Aquí es donde entra la idea de profecía autocumplida. Según los pronósticos de diversos economistas, existe un 32% de probabilidad de que EU entre en recesión los siguientes 12 meses. Hace apenas 8 meses esa probabilidad era de 10%. ¡Se triplicó en menos de un año! Asimismo, los indicadores de confianza cada vez están más débiles. Los indicadores de confianza podrían interpretarse como un indicador adelantado de lo que harán ciertos agentes económicos en el futuro cercano. Particularmente, el índice de confianza del consumidor publicado por la Universidad de Michigan se encuentra en su nivel más pesimista de todos los tiempos (desde 1978), peor que en la crisis de 2008, de 1994 y de 1980, cuando la FED, por su alza de tasas tan agresiva para controlar la inflación causó una recesión importante en EU. ¿Les suena familiar?

Si bien la narrativa de una posible recesión no es suficiente para causar una, es un elemento importante que ayuda a causarla, es por eso que conocerlas y monitorearlas cada vez más se vuelve una actividad de mayor relevancia, rivalizando a la par con un buen análisis fundamental o macroeconómico.

Termino esta columna enfatizando el hecho de que la idea de una recesión ha ido creciendo, y si bien hoy la economía no se encuentra en una, es probable que, vía reflexividad, más pronto que tarde la veamos llegar. Como diría Robert Shiller en su libro “Narrative Economics”: “Una narrativa económica sigue el mismo patrón que una epidemia (…) si la tasa de contagio es mayor a la tasa de recuperación, pronto todos terminaremos con la enfermedad”

En ese sentido, el virus de la recesión ya está circulando. La pregunta es: ¿será lo suficientemente contagioso para enfermarnos a todos?, y si sí, ¿será lo suficientemente poderoso para convertirse en una profecía autocumplida?, todo parece apuntar a que sí.

*Luis Gonzalí es CFA. VP/Co-Director de Inversiones en Franklin Templeton México

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  • CFA, Gestor del Fondo, VP y Co Director de Inversiones en Franklin Templeton México.
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