Como todos los días, el despertador le avisó a Amira que eran las 5:30 de la mañana, se levantó y mentalmente repasó sus pendientes del día, mientras calculaba el tiempo que cada uno de ellos le llevaría.
Como ella, millones de personas alrededor del mundo planeamos el día para luego dividirlo en espacios de tiempo regulados por el reloj, que con su marcha imparable puede convertirse en un tirano bajo el cual solemos esclavizarnos, sobre todo cuando tratamos de cubrir un sinnúmero de compromisos y obligaciones, algunos de los cuales pueden ser básicos y otros que tal vez sean superfluos, pero que en su conjunto conforman todas aquellas diligencias en las que “se nos va la vida”.
Trabajo, familia, amistades, deportes, salud, descanso y otras actividades, son aquello en lo que gastamos el tiempo “que tenemos de vida”, en un mundo que a pesar de los avances tecnológicos, o tal vez paradójicamente debido a ellos, cada vez resulta más complicado, en el que con frecuencia sentimos que el reloj camina más rápido que antes y que el tiempo no nos alcanza para hacer todo lo que quisiéramos hacer.
Es entonces que aparece el trastorno mental que da reflexión y título a estas líneas: la prisa.
Una afección fatal, no porque por si misma nos mate, sino porque el contraerla, trae consigo daños colaterales que degradan nuestra calidad de vida y al cabo de un tiempo, terminan deteriorando nuestra forma de relacionarnos con el mundo y con nosotros mismos.
La prisa mal manejada puede convertirse en un trastorno obsesivo y progresivo, que cuando se vuelve un estado de ánimo crónico, puede generar alteraciones físicas como presión arterial alta, trastornos digestivos o estados inexplicables de angustia y ansiedad.
Pero como bien dicen, para casi todo mal hay un bien que lo resuelve o mitiga.
Así, valorar y comprender el concepto de: “Administración del tiempo”, puede ser una medicina “anti-prisa”, sobre todo cuando entre los verbos de planear, organizar, ordenar y otros, se destaca “Dosificar”, para rediseñar la carga de actividades diarias y que ésta no se vuelva una afección fatal.