A pesar de que su vida había cambiado drásticamente en el lapso de unas pocas horas, Don José, habitante de la región de Acapulco devastada por los huracanes, responde con una tranquilidad admirable a las preguntas del reportero:
“No es culpa de nadie, ni de Dios, ni del gobierno, ¡es la naturaleza!”.
Su respuesta y el tono mesurado de su voz me hicieron pensar en cómo, conforme vivimos nuestro ciclo de vida, todos los seres vivos aprendemos a adaptarnos al cambio por muy radical que este sea.
Y es que como ya mucho se ha dicho, lo único constante en la vida es el cambio.
Esta aseveración, podemos confirmar que se cumple en todos los ámbitos de la existencia, en el clima, la economía, la cultura, los valores, la política e incluso en nuestro estado físico, ámbitos que lo aceptemos o no, están sujetos a esta ley del cambio continuo, lo cual con frecuencia nos hace oponernos a los tiempos que nos toca vivir, sobre todo cuando éstos no favorecen nuestros intereses o deseos.
Ante la resistencia al cambio, entonces en ocasiones aparece el cambio disimulado, por cierto algo muy común en política llamado “gatopardismo”.
La política, es en teoría, una noble actividad humana que nos permite convivir y desarrollarnos civilizadamente, pero que según hemos visto, en la práctica claudica histórica y repetidamente en pro de las vilezas que irremediablemente habitan el corazón de hombres y mujeres: hipocresía, arrogancia, soberbia y egolatría, entre otros muchos vicios hacen qué, como el personaje de Giuseppe Tomasi en su novela “El Gatopardo”:
Don Fabricio Corbera, Príncipe de Salina, escucha complacido a su sobrino Tancredi decir: "Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".
Toda una interesante trama social de amores y desamores, encuadrados en el cambio de régimen político en la convulsionada Italia de fines del siglo XIX, en donde las hasta entonces clases “pudientes”, al ver que el fin de su supremacía se acerca, se mezclan con las nuevas clases emergentes en un juego en donde lo que se busca es: “¡Cambiar todo!, para que nada cambie”.