La trata de personas es uno de los crímenes más graves contra la humanidad, ya que mantiene a las víctimas en situaciones que transgreden su dignidad, sometidas a condiciones de explotación.
Este fenómeno de la trata de personas se alimenta de un contexto complejo de factores sociales, económicos y políticos, que aumentan la vulnerabilidad de quienes ya se encuentran en condiciones de exclusión. Entre las circunstancias que propician su aparición o expansión se encuentran los conflictos armados, la pobreza, la desigualdad, la inestabilidad política, la falta de acceso a la educación y al empleo, entre otras.
Las redes de tratantes se aprovechan de la necesidad, la desesperación y las carencias de personas en situación de pobreza y marginación. Aunque la forma de explotación más conocida es la sexual, existen muchas otras manifestaciones de este delito, como el trabajo forzoso, el reclutamiento en grupos armados, la mendicidad forzada o la extracción de órganos, entre otras. Las víctimas suelen ser captadas mediante engaños y, posteriormente, son sometidas a condiciones inhumanas de explotación mediante mecanismos de manipulación, coacción y control. Lo más preocupante es que, en muchos casos, las propias víctimas ni siquiera se reconocen como tales.
Ninguna persona está exenta del riesgo de convertirse en víctima de trata. Por otro lado, quienes cometen este delito pueden ir desde organizaciones criminales altamente estructuradas hasta personas que actúan de forma aislada o en pequeños grupos.
Ante esta problemática, la comunidad internacional ha reconocido la urgencia de unificar esfuerzos para prevenir y combatir eficazmente la trata de personas. En este contexto, las Naciones Unidas adoptaron en el año 2000 el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños, el primer instrumento internacional en el que se acordó una definición sobre este delito.
Dado el daño profundo que la trata de personas causa a las personas y sociedades, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en 2014 una resolución sobre medidas para mejorar la coordinación de la lucha contra la trata de personas, en la que se estableció el 30 de julio como el Día Mundial contra la Trata de Personas.
Como parte de esa conmemoración, las Naciones Unidas lanzaron la campaña permanente denominada “Corazón Azul”, que representa la tristeza de quienes sufren este crimen y la insensibilidad de quienes lo perpetúan.
Es fundamental tener presente que la trata de personas no solo constituye un delito, sino también una grave violación de los derechos humanos, considerada una de las formas contemporáneas de esclavitud. Por ello, es importante visibilizar esta problemática y que las autoridades, en el ámbito de sus competencias, adopten todas las medidas a su alcance para terminar con esta afrenta a la dignidad humana.
Desde la PRODHEG reconocemos los avances alcanzados en esta materia, pero también somos conscientes de los retos que aún persisten. Frente a ello, reafirmamos nuestro compromiso de vigilar que se investigue y sancione a las personas responsables, y que se brinde atención integral y reparación a las víctimas sobrevivientes de este delito.