Política

La gran visita de Schumacher

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  • Julio Hubard

Por los elogios de Gabriel Zaid, en 1988 compré mi ejemplar de Lo pequeño es hermoso. Me costó 36 mil pesos. Lo subrayé con interés y enojo y lo deshojé: la rabia que da ver, a lo lejos, que el sentido común se da la vuelta, agita la mano y se despide. Dos formas de lo pequeño: la sensatez de Schumacher y la percepción de las cosas lejanas. Pienso en el perrito de Anatole France que, mientras camina, se da cuenta de algo fundamental: “No hay duda, conforme me acerco o me alejo, las cosas se hacen grandes o chicas. No hay duda: lo único que no cambia soy yo”. Y esa fue la autopercepción de los mexicanos durante las últimas décadas del siglo XX. Mientras nos hundíamos en el lodo fétido de los gobiernos priistas que pensaban en grande y sabían gobernar. Mi Schumacher: 36 mil pesos. Lo demás, priceless. Lo pequeño no solo era hermoso: era despreciable, de tan sencillo. El país pensaba en cosas grandes solamente, con una voluptuosidad torcida por las cosas enormes, empezando por el Estado. Todo comenzó con Luis Echeverría, que decidió, en 1973, que la economía “se maneja desde Los Pinos”, como recuerda Gabriel Zaid: “Así fue, y así nos fue”.

Décadas después, con las cosas muy en otro lado, doy con un documental que repara el malestar del pasado: Small is beautiful: impressions of Fritz Schumacher (YouTube). Presenta al hombre sencillo que supo escuchar la vocecita de su intuición, en medio del inmenso traqueteo del gigantismo, y eligió pensar fuera del esquema recibido. Llegó a puntos muy semejantes a los que había señalado Zaid: pensar en grande es caro e improductivo, sobre todo si se hace desde el Estado, incapaz de pensar en pequeño. El documental muestra a un hombre inteligente y acertado que solitariamente desmontaba los elefantes blancos que se habían enseñoreado de la imaginación occidental. Por eso vale la pena el documental. Pero trae un regalo para los mexicanos: a partir del minuto 23’30’’ aparece Luis Echeverría, con todo un corro de adjuntos (él no habla ni jota de nada que no sea ese español que profería interminablemente), porque buscaba el apoyo de Schumacher para quién sabe qué cargo o premio que creía merecer. No parece darse cuenta de nada: quiere grillar cosas importantes. Incluso le dice que tienen ideas semejantes. Y quiere darle un libro que sacó de quién sabe dónde: alguna tontera tercermundista, pero dibujada en grandote. Schumacher devuelve el libro: está claro que no le interesa, pero Echeverría insiste y se lo inflige. Mientras, por allí se ve a la esposa de Schumacher enseñándole a su hijo a cortar el pasto. Schumacher, que ya no sabe qué hacer para que se larguen, los lleva al bosquecito, detrás de su casa, y les enseña unos nogales que plantó, porque le gustan las nueces. Los mexicanos querían hablar de política mundial. Pero lo mejor es cuando se va la comitiva de Echeverría: Schumacher tiene que salir a decirles “viene-viene”, porque la limosina Mercedes Benz es demasiado grande para las pequeñas callecitas del vecindario, donde vive el autor de Lo pequeño es hermoso.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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