Hace años, quizá en los indicios de los ochenta, cuando la UNAM organizaba las primeras ferias del libro en el Palacio de Minería, conocí personalmente al señor Armando Jiménez (Piedras Negras, Coahuila, 1917-Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 2010), y platiqué un poco con él: se hallaba en su propio stand promoviendo –en aquel entonces— una más de las múltiples ediciones que tuvo y ha tenido su ya clásico libro La Picardía Mexicana. Antes yo había comprado, en una pequeña distribuidora de revistas, La Picardía Mexicana pero, claro está, no tenía, en ese momento, ni una vaga idea del alcance de la obra adquirida. Apenas había leído algo de Octavio Paz y nada sabía –ni por error— quienes eran Alberto Beltrán o Salvador Pruneda, defensores inquebrantables de la Picardía. La fama de José Luis Cuevas y de Rafael Freyre comenzaba a crecer en los círculos de la intelectualidad mexicana: a Freyre y su ranita los dio a conocer la revista Siempre! y Cuevas era ya un artista prestigioso. La Picardía Mexicana es el resultado de la reunión de muchos talentos. Octavio Paz escribió el prólogo con la misma lucidez que siempre tuvo en sus ensayos, incuso cuando se ocupaba de temas en apariencia triviales. En la Picardía, Paz abordó un tema que conocía bien y al que regresó El laberinto de la soledad: la esencia del mexicano, su especial sentido del humor y su inacabable talento para transformar la vida diaria en una verdadera picardía.
El autor de la Picardía, Armando Jiménez, no tenía una ejemplar de la primera edición, ésa vez me lo dijo.
Las páginas amarillas de la Picardía corresponden a un homenaje a José Guadalupe Posada. En el colofón Jiménez confiesa que el material lo recopiló sin la intención de editarlo pero entre septiembre de 1960 y marzo de 1961 se realizaron las ilustraciones.La Picardía es una recopilación de frases, letreros, dichos, dibujos y demás que Jiménez fue encontrándose en sus andanzas por las cantinas y en los mingitorios, los autobuses y las bardas de la metrópoli. Es inagotable el ingenio del mexicano: la Picardía es la crónica de la cotidianidad.
He aquí un remate como ejemplo: “So lo que veo miraras / ¿Cómo te quedarás?”. Y otro más: “Serás mui listo / pero no as visto / lo que yo e visto”. Por supuesto: las errores ortográficos no tienen la necesidad del “sic”.
Juan Gerardo Sampedro
@Coleoptero55