Ottis Toole fue la pareja sentimental del vagabundo Henry Lee Lucas. La policía especula que, en sociedad, mataron a más de cien personas.
Toole, a quien los psiquiatras de prisión consideraban “medianamente retardado”, tenía un coeficiente mental de 75.
A Lee Lucas le parecía muy divertida la forma de comportarse de su amigo-amante. En las conversaciones que siguieron a su detención, Lucas señaló que a Toole le gustaba defecar en los lugares donde ambos cometieron asesinatos. El acto de defecar in situ, llamaba más la atención de Lucas que el canibalismo de Toole.
Hombre de poco coeficiente mental, letal como reptil, sin la capacidad de sentir remordimientos, Toole pasó sus últimos años de vida en la Prisión Estatal de Florida, donde trabó amistad con Ted Bundy.
Toole murió en septiembre de 1996 a causa de una cirrosis hepática. Entre sus pertenencias, los custodios encontraron un “libreto” que el interno escribía para un programa infantil de televisión, al que tentativamente tituló Una Navidad con Ottis Toole.
Mucha gente siempre ha sentido interés por el coeficiente mental de los asesinos seriales. Sin embargo, aún no hay una tesis definitiva en torno al tema y lo cierto es que, en términos informativos, poco importa si dichos criminales rayan en la genialidad o si son capaces apenas de amarrarse los zapatos.
Otro individuo con un coeficiente mental bajo (68) fue Lorenzo Fayne, quien sobrevivió en la calle a través de delitos de poca monta.
Cliente frecuente de tutelares y prisiones juveniles, Fayne sufrió varios ataques sexuales por sus compañeros de encierro.
Finalmente, entre 1988 y 1993 Fayne torturó y violó a seis personas (una mujer y cinco menores) antes de asesinarlas. Cuando la policía le preguntó por qué lo había hecho, el hombre simplemente explicó que su complejo de inferioridad lo llevó a matar.
Bruce George Peter Lee tenía muchas cosas en contra, entre ellas, un coeficiente mental de 65, una epilepsia y hemiplejía congénita, además de que cojeaba de la pierna derecha y el brazo derecho lo mantenía en el pecho.
Por si eso no fuera suficiente, a Bruce le gustaba jugar con fuego, es decir, provocar incendios que, a la postre, se tradujeron en 26 muertos y decenas de heridos.
José Luis Durán King