Después de 12 años de letargo judicial, los hechos se precipitaron y las evidencias llegaron en cascada. Primero fue el hallazgo, a fines de 2010, de los restos de una mujer en la arena de un tramo carretero en Long Island, en el sureste de Nueva York.
Días después, ya para cerrar el año referido, las autoridades rescataron huesos de tres mujeres más en otro arenal, conocido como Gilgo Beach. En las semanas siguientes, los rastros de seis personas adicionales fueron hallados a lo largo de varios kilómetros de la misma autopista.
Una undécima mujer, cuya desaparición detonó la búsqueda inicial, fue hallada enterrada junto a la autopista en diciembre de 2011.
El caso del asesino serial de Gilgo Beach incluyó, en su mayoría, mujeres que ejercían la prostitución. Fueron necesarios cinco comisarios de policía, centenares de pistas y de teorías, hasta que finalmente una nueva revisión del archivo vinculó una camioneta Chevrolet Avalanche con un hombre: Rex A. Heuermann.
A partir de ese momento, los agentes se centraron en los registros de llamadas, el desplazamiento de teléfonos móviles, investigaron innumerables alias de correos electrónicos, recabaron botellas desechadas y hasta una costra de pizza para realizar pruebas de ADN.
El 13 de julio de 2023, el arquitecto Rex A. Heuermann, de 59 años, fue detenido, acusado de tres de los asesinatos.
Heuermann llevaba una doble vida, por decirlo de alguna manera: de día, el hombre era un profesional medianamente exitoso; de noche, mataba mujeres, aprovechando las ausencias constantes de su esposa, quien se ausentaba de la ciudad.
Las autoridades especulan que Rex A. Heuermann asesinó a más de 10 personas (se eleva a 18 en el límite de las investigaciones) entre 1993 y 2011 (con estimaciones de que podría haber actuado hasta 2013), siendo prostitutas la mayoría de sus presas.
Cuando la policía acudió a revisar la casa del arquitecto, encontró una casa destartalada, de arbustos crecidos, completamente opuesta al ordenado entorno del suburbio. Los vecinos recuerdan al gigante de dos metros de estatura que todas las mañanas salía de casa con traje y portafolio.
Para uno de los vecinos, Heuermann era un hombre introvertido, sin popularidad alguna; “era un hombre raro”.