La extraordinaria (bella en letra y música) canción del británico John Lennon (quien formó parte de los Beatles) titulada “Imagine” es una invitación a imaginar un mundo diferente, mejor, más justo e igualitario para todos: toda la gente en paz, suprimiendo cielos e infiernos; sin guerras, sin asesinatos, sin países (o sin fronteras entre los mismos); sin hambre, sin codicia; sin religiones, cosas o posesiones por las que matar o morir; una gran hermandad viviendo el presente y compartiendo todo el planeta. Al final convertirse en un soñador –“dreamer”- y que las personas “vivan la vida en paz”. Y hace la invitación a unirse a esta corriente de pensamiento (y acción diría yo) para lograr este cambio efectivo en la Tierra.
Estas utópicas ideas son una invitación a cerrar los ojos e imaginar. Imaginar. Imaginar.
Ahora yo lo invito a que usted cierre los ojos e imagine:
Que vivimos en un mundo sin guerras, sin odios, discriminación, envidias, codicia y avaricia. Que los seres humanos nos vemos como hermanos y que hemos logrado reconocernos como tales en el lejano siglo XXV (o el que usted así desee).
Que unos pocos no sacan ventajas de los muchos. Y que las religiones nos han permitido realmente una altura moral y espiritual que enaltece la esencia humana, la de todos los seres vivos de este planeta y de otros seres más que han venido de galaxias lejanas a convivir y compartir mutuos conocimientos con nosotros.
Que los bienes, posesiones y bellezas del mundo son compartidos y disfrutados por todos. Que la esencia humana se ha despojado de sus nocivos defectos (aunque el chiste de la rana y el alacrancito seguirá contándose y recordándose por siempre). En fin, que hemos entrado en una etapa de armonía y prosperidad jamás conocida.
La medicina, las ciencias y la tecnología están al servicio de las mujeres y hombres y no al revés ($).
Ahora en ese ejercicio de imaginación libre, hágalo con México. Nuestro país.
Imagine autoridades honestas, eficientes y diligentes que actúan realmente para lograr el bienestar de todos y no el de pocos. Que no lucran con tráfico de influencias, no tienen conflictos de intereses y no hacen negocios desde el poder. Y que ya no le hincan el diente –o las uñas- al presupuesto de todos (aunque el poder seguirá siendo un referente social para encauzar a las sociedades humanas).
Igualmente imagine que no existe violencia ni accidentes –han sido prevenidos al máximo-, que la gente muere de forma más o menos natural porque si se surten adecuadamente los medicamentos y la salud si es un derecho ya efectivo. Que el respeto a las normas, y reglas de convivencia, sean jurídicas, religiosas, morales o de urbanidad se cumplen al pie de la letra y además se hacen cumplir.
Las autoridades –empezando por las policías de todo tipo- no extorsionan, no toman ventajas indebidas y no lastiman, ni desaparecen personas. No abusan de sus cargos, sus atribuciones, y facultades. No como sucede ahora, que una persona se sube al ladrillo del más diminuto poder y se marea al grado de perder la noción de para que llegó allí.
Y, sobre todo, los mexicanos, en ese ejercicio imaginativo, nos sentimos parte de la gran comunidad humana y actuamos en consecuencia. Apoyamos y veneramos a los más débiles, respetamos todas las normas, empezando por las viales. Las motocicletas ya no existen. Se transporta la gente en drones seguros y eficientes. No existe el transporte individual, sino que se ha logrado que los vehículos circulen permanentemente y no duren horas estacionados entre un viaje y otro.
La contaminación en el país y todo el planeta ha sido erradicada. La caza furtiva desterrada. Las especies en peligro se han recuperado. Sin embargo, seguiremos sujetos a los vaivenes de las estrellas, y las variaciones del medio natural. Hemos logrado, en suma, construir –claro con esfuerzo- lo imaginado.
Ahora abra los ojos. Sonría. Vive en el siglo XXI. Cuide su vida y la de los suyos. El mundo a veces es hostil y México no se diga. Como lo ha sido desde el principio con el hombre primitivo. Falta mucho camino por recorrer para vivir lo imaginado. Y lo primero es estar (y siempre hacerlo) cuestionando lo que nos dicen los gobiernos, los políticos y jerarcas -de todo tipo-, porque a ellos les conviene que les creamos. Y creyéndoles ya no hay nada que imaginar.