“Aquí se hacen leyes a la medida y a placer”. Ese debería ser el letrero que colgara de las fachadas de las sedes de los Congreso locales de Baja California, Tabasco, Ciudad de México y los que se acumulen porque cada día hay más muestras de que quienes fueron electos para representar los intereses generales de la sociedad han errado de profesión y demostrado su auténtica vocación: corte y confección.
Que el gobernador electo de Baja California quiere ampliar su mandato, “no hay problema, modificamos la Constitución en un transitorio para que no gobierno solo dos años, sino cinco”; que el gobernador de Tabasco quiere probar suerte en la Secretaría de Gobernación, en la Ciudad de México, pero si no se acomoda, quisiera regresar a la gubernatura, “no hay problema, modificamos la Constitución y que la sociedad se quede con un gobernador interino por lo que resta de la administración para que cuando guste, don Adán se regrese”.
Que Morena perdió la mayoría en el Congreso de la Ciudad de México y de las alcaldías, “no hay problema, ni te preocupes, hacemos un extraordinario el último día de la legislatura para quitar atribuciones a las alcaldías, disminuirles recursos y ponerles a un representante del gobierno federal, faltaba más”.
En el estado de derecho mexicano, los servidores públicos solo pueden realizar aquello que les está expresamente permitido por la ley, que en el caso del Legislativo es crear leyes obligatorias, generales, impersonales y abstractas, y no trajes a la medida para satisfacer ambiciones ni caprichos.
Señoras, señores, seamos serios. Los Congresos locales no están para responder a ocurrencias ni disparates, sino para respetar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y con base en ella legislar para atender las crisis de salud, económica y de seguridad como son las que padece el país.
por José Luis Camacho Vargas*
*Académico de la Facultad de Derecho de la UNAM.
