Política

Mundial de Futbol y marca ciudad

La ciudad supera el nombre de la región. Se escribe de París, Buenos Aires, Boston, Vancouver, Tokio, Mumbai, Río de Janeiro, Beijing, Moscú, Johannesburgo, Melbourne, Barcelona… Internacionalmente se conoce más a Monterrey que a Nuevo León, es lógico. Escribe Ugo Pipitone: “En medio de vaticinios apocalípticos asociados al año Mil y de una inseguridad que es el pan de cada día, sin embargo, un tiempo nuevo se está abriendo espacio en el tiempo envejecido. Y materialización de lo nuevo es la ciudad. El abanico sobre el cual se despliega la reurbanización europea va de la fundación de villorrios rurales, las sauveteés, con pocos centenares de habitantes, en la región tolosana en los siglos XI y XII, hasta las ciudades mayores, en gran parte de antiguo origen romano, convertidas en sedes diocesanas. Las catedrales son el símbolo supremo de que, no obstante todo, el mundo sobrevivió y puede nuevamente proyectarse a la vida, a la fe, con nuevo entusiasmo” (Ciudades, naciones, regiones. Los espacios institucionales de la modernidad. FCE, 2003, p. 24).

Con Donald Trump como presidente de los Estados Unidos se renovaron algunos vaticinios apocalípticos porque el imperio envejecido se retrotrae en contra de la globalización y a favor de guerras comerciales y pone en duda el futuro de la relocalización. La globalización, sobre todo por la civilización del espectáculo, no cede. Los estadios de futbol son las nuevas catedrales de este Notivox donde oficia una nueva religión para fanáticos o zombis: el Mundial de Futbol. Ninguna guerra arancelaria derrotará al próximo Mundial, la derrota es para Trump porque se realizará en México, Estados Unidos y Canadá.

Ya decía Manuel Vázquez Montalbán que el futbol le interesaba porque es una religión benévola que ha hecho muy poco daño: “Los jugadores ya no son los sacerdotes fundamentales, como tampoco los feligreses son los dueños de la iglesia: la llenan, pero el poder condicionado por el dinero pasa por la TV y la publicidad”. Como las catedrales medievales, cada gran ciudad cuenta con un estadio emblemático, el de Monterrey es el Gigante de Acero, donde juegan el equipo masculino y femenino de la ciudad. La derrama económica de los juegos mundialistas que se celebren aquí es relevante, pero lo sobresaliente es la proyección de la ciudad. El problema es que el futbol es gambeta, en el sentido de la inmediatez, y no imprime ninguna marca ciudad que la elogie históricamente.

Habría que intentar otras cuerdas vibrantes, cuánticas, en un universo de dimensiones adicionales. Escribió Toni Puig al afirmar hace tiempo que hay un estilo Barcelona: “Barcelona es mi ciudad. Un estudio de la agencia de comunicación de Leo Burnett la sitúa entre las cuatro ciudades con mayor resonancia en el mundo junto con Sydney, Nueva York y Londres. Woody Allen la ha escogido recientemente para una magnífica película: Vicky Cristina Barcelona. Y Steiner, mi maestro, afirma que ‘hay tres ciudades en las que uno está en Europa: son Dublín, Barcelona y Milán, por sus cafés. Barcelona, además, está abierta al mundo entero, y creo que porque tiene mar’. Tres datos de buena situación después del año cenital de los Juegos Olímpicos” (Marca ciudad. Editorial Paidós, 2009, p. 77).

Recomienda Puig para un posicionamiento planetario: Olimpiadas y grandes eventos deportivos, Fórum Universal de las Culturas (ya lo trajo José Natividad González Parás), convertirse en capital cultural, ser sede de grandes eventos periódicos (tipo ONU, Unesco), convertirse en núcleo turístico, innovación arquitectónica y urbana, tomar en cuenta el cambio climático, una ciudad madura donde lo básico es sentir la vida plural, diversa, múltiple, cultural, como sucede en la Ciudad de México, París o Nueva York. Finalizó: bienvenido el Mundial de Futbol, pero no basta.


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José Jaime Ruiz
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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