México, en su extensa geografía, cuenta con algunas regiones en donde coexiste el imperio del caos como lugar en donde ocurre el ejercicio de la tiranía y cuyo principio axiomático es que la ley y el poder no son sinónimos. De tal suerte también ocurre que, en ese estado, se rompe la máxima ampliamente conocida que reza: “Nadie está por encima de la ley”. Esto nos conduce a comprender que, en Nayarit –en estos tiempos– se mantiene un estado permanente de incertidumbre e inseguridad jurídica que se explica a partir de la aplicación tácita e inmisericorde del quiasmo sustentado en el caos del poder o, mejor dicho, en el poder del caos.
Si bien es cierto que el país ha experimentado una transformación positiva derivada del cambio de paradigma político, desde la perspectiva y operación de la 4T, que ha logrado mejoras significativas y sustanciales en diversos ámbitos como la economía, la asistencia social y la construcción de la infraestructura estratégica (la fortaleza del peso, los programas de apoyo a los adultos mayores y el Tren Maya) entre otras, que a su vez contribuyen y coadyuvan al crecimiento y más al desarrollo de las potencialidades hacia la consolidación de la justicia, la equidad y la igualdad, con base en la premisa “Primero los pobres”… también es cierto que, como lo refiero arriba, todavía nos encontramos con absurdos que atentan contra los más elevados preceptos y principios de la democracia y que se constituyen como expresiones de la nefasta interpretación que de la política y el poder tienen algunos personajes cuya naturaleza proterva los lleva a realizar actos de lesa inteligencia que representan graves agravios contra la lógica de la armonía política, la tranquilidad social y el bienestar público.
Nayarit –como también Veracruz- son estados en donde los Ejecutivos –con síndrome de Hybris– encumbrados en su ladrillo de poder, o en su banquito, someten a sus gobernados desde sus caprichos, obsesiones y cuitas. Desde ahí, cometen atrocidades y abusos que afectan negativamente la integridad y la dignidad de los ciudadanos que no comparten su visión ni sus proyectos.
Tal es el caso que, en Nayarit, territorio de la impunidad, se cometen actos de intimidación y amenazas que van más allá de la palabrería, ocurren secuestros y actos de privación ilegal de la libertad, cateos, aseguramiento de propiedades sin bases jurídicas, ni orden judicial, así como extorsiones y aprehensiones sin más justificación que la persecución política. Lo acabamos de constatar la semana anterior con el affaire en casa de la alcaldesa de Tepic; con la arbitraria detención del Notario 7 de aquella jurisdicción, o los casos vengativos sin fundamento legal contra empresarios e inversionistas.
Resulta inadmisible e inaceptable que, en México, a estas alturas del avance democrático, sigan ocurriendo este tipo de cosas, casos y situaciones aberrantes.
Desde esta tribuna hago un llamado a quien pueda interesar y al Gobierno de la República –tanto a mi amigo Andrés Manuel, a la flamante candidata Claudia Sheinbaum, como a las instancias competentes- para que, entre todos, hagamos una profunda revisión y diagnóstico hacia encontrar soluciones para erradicar las prácticas políticas emanadas de la concepción política de los cacicazgos y los caprichos que nos mantienen en los niveles de la barbarie.
Es tiempo de proyectar escenarios de civilidad y cultura que nos lleven a alcanzar y consolidar el proyecto de transformación en marcha que ahora se impulsa y que seguramente nos llevará a ser la potencia mundial a la que estamos predestinados mientras exista el mundo. JFA