Una vez que el pueblo ha celebrado La Candelaria -2 de febrero- pareciera que se ha terminado el siclo de movilizaciones populares motivadas por la religiosidad popular.
Pero se siguen, como cualquier publicidad de alimentos chatarra, Zacatecas, Guanajuato, Sinaloa, México, Tijuana, como lugares de sangre humana diaria, secuestros; tráfico de drogas, de armas.
Además, cada jueves se proporciona una información sobre delitos a los que los medios de comunicación le dan más importancia a lo que ellos publican, sobre todo si no han detenido a los delincuentes.
Hay muchos eventos negativos en nuestra sociedad mexicana que se comenzaron a desarrollar hace décadas y que están repercutiendo en nuestro presente tormentoso.
Se destrozan culturas familiares, Fiestas Patronales, Fiestas populares, etc.
Y muchas veces los protagonistas de tales fechorías son los antiguos vecinos que ya traen un bolcillo con buenos dineros adquiridos no de manera justa, sino con las mañas entrenadas por la maldad, para las que no hay entrenamiento escolar, basta con un amor al dinero que se adquiere con astucia y engaño.
Es muy necesario entrar a la escuela de la reconciliación, esa no tiene edificios, ni maestros.
Tiene el Evangelio como norma cabal.
Ahí todos seremos maestros y alumnos a la vez donde el pasado no lo vemos, pero lo miramos de otra manera en la que sí podremos intervenís, porque podemos ponerle freno a nuestra ira, a nuestras ganas de desquite, a nuestra inclinación a realizar acusaciones, por sospecha, aunque no nos conste ni menos hayamos verificado.
Dicen los obispos mexicanos en su mensaje sobre la reconciliación: La reconciliación social no está en conflicto con la justicia sino que la reclama necesariamente.
Las víctimas, todas las víctimas tienen derecho a que tienen derecho a que se les haga justicia por la autoridad competente.
La impunidad desacredita el orden moral e invita a nuevas trasgresiones.
La justicia sin la sin la reconciliación es inhumana. La justicia sin la reconciliación es inhumana.
La justicia pura y dura tiene el riesgo de degenerar en una mera reivindicación.
Si el fin inmediato de la justicia es una sociedad justa, si fin inmediato es una sociedad reconciliada” (CEM. N. 224).
No es pertinente ignorar lo que pasa, lo que es pertinente es vivir como cristianos los eventos que ya nos tienen hartos de tanto echarle culpa a otros y no tomar responsabilidad de lo que a cada uno nos toca.
