Por los efectos de la pandemia, las semanas finales de agosto se han tornado en voces tumultuosas que más están en los medios de comunicación con múltiples preocupaciones tanto por los escolares como los maestros y las familias.
Las preocupaciones no son para menos, pero es conducente enseñar a todos a defenderse del COVID-19, como nos hemos defendido tantas veces, en años anteriores, de los diversos ataques de la influenza y tantos otros patógenos.
Pero la esencial capacitación de vida religiosa, entra en las preocupaciones de corto tiempo, se paga por la fechoría de una preparación rápida, se hace la Primera Comunión o la Confirmación, se toma la foto elegante y sobre todo, que no falte la fiesta en el salón. Que juzgan lo principal.
Pero en la tradición milenaria de la Iglesia Católica, la catequesis es esencial a los procesos del desarrollo de la vida.
Es conveniente que no se mida en inferioridad con los procesos de aprendizaje escolar de la vida, que no se mueva con criterios de inferioridad científica frente a las materias que se imparten en las aulas escolares.
Allá por 1903-1914, el Papa Pío X, urgía a todas las Diócesis, parroquias, y centros de enseñanza, a establecer la catequesis como procesos escolares.
Pero ahora lo que se quiere en las familias es que se sepan rápido el catecismo, se consigue un presbítero benévolo, se hace la Primera Comunión o la Confirmación, con su respetiva foto, y que no falte la fiesta en un salón, que para eso hace la familia tal evento.
En la sociedad hay muchos drogadictos, alcohólicos, pendencieros en pandillas violentas; que por lo pronto no se quieren casar y si lo hacen, es porque alguna presión familiar se impuso, pero añaden que no quieren tener hijos con el argumento de que no quieren traer niños a sufrir al mundo, haciendo sordos a una multitud de argumentos en contra.
Pero cuando se facilita un cristianismo de trámite, se hace una preparación rápida para hacer la Primera Comunión y la Confirmación, se toma la elegante foto, se hace la fiesta en el Salón y después a vivir como lo dicta el mudo: tomando, drogándose, y a vivir la vida, que para eso nacimos.
La catequesis bien vivida, favorece la vivencia cristiana del adulto, el joven, el adolescente y el niño, no solo en la vida eclesial sino también en la civil, sin moverse en signo de inferioridad, con los que manejan conocimientos científicos, filosóficos, antropológicos.
Bien entendida la catequesis, no es para quedos o desamparados de Dios.
