Preguntarse por qué ni en su casa quieren políticamente a Sergio Mayer, es ocioso. Una pérdida de tiempo pues a su paso como diputado de Morena acumuló más traiciones que aportaciones. Bueno, hasta Kinky Téllez antes de convertirse en la niña derechaira de El Exorcista, por lo menos agarró de peraloca a Calderón, pero Mayer ni eso y hasta ha de haber votado por la señora del huipil.
Pero eso a fin de cuentas no tiene la menor importancia pues en términos de un tema meramente pragmático, para Mario Delgado, Mayer tenía su relevancia. El presidente de Morena ve en este personaje algo que nadie más es capaz de percibir, y por eso en la conmemoración del triunfo de AMLO en el 2018 le gritaron el ya clásico “¡Fuera Mayer!”, que solo es comparable en materia de rencor en contra de un personaje político por parte de las fuerzas vivas con el “No robar, no traicionar, no Monreal”. No obstante, se calmarán las aguas y mi Sergy podrá respirar medio tranqui cuando otro tema ocupe el ánimo de la gente que en su proceso de politización está muy pendiente de que se cumpla lo prometido.
Sin embargo todo podría reactivarse cuando, conociendo su naturaleza y una vez apoltronado en la curul, después de hacerse más la vístima y el incomprendido que Loret y Brozo, Mayer aplique su primer kinkytellazo en la votación de la Reforma Judicial. Recordará sus conexiones, orígenes y compromisos, pero sobre todo su playerita rosa cuando salió a defender al INE derechueco de mi Tatankita Lorenzo Córdova, y se inclinará con las genuflexiones que lo caracterizan a apoyar a la Ministra Piña. Un escenario que no es improbable y que desataría un sisma carísimo para Mario Delgado por abrirle la puerta a tamaño tunante. Ya me imagino a los morenistas entregándolo al seudoescritorzuelo, Francisco Martín Moreno, ese notabilísimo humanista que hace ver a Marine Le Pen (o que Macron, al presichente francés al que le falta un huipil para ser tan derechoso como Xóchitl) como una comunista, para que lo queme vivo en el Zócalo.
Y bueno, Mayer tendría que irse a esconder con Cabeza de Vaca y Taboada-Tajada, a donde tendría que pertenecer. Sobre todo si por su voto no se llegara a cumplir una profunda reestructuración de la Tremenda Corte para hacerla más justa, más democrática, austera, republicana y menos al servicio de nuestra artrítica oligarquía.
Como siempre digo, entre Jean Meyer y Sergio Mayer, siempre preferiré al gran historiador Lorenzo Meyer.