Por obra y gracia del espíritu del huipil mágico, aparecieron una nueva clase de criaturas de las redes, los Xochitrolls, los Xochobots y los Xochijéiters que son más feroces y atroces que las bestezuelas digitales que defienden a CaldeRón. Solo el milagro de la multiplicación de las naves industriales de Anaya se puede comparar con la aparición en miríadas carrascalosas maniacas que, para demostrar que ya cayó el recurso, te acosan bárbaramente cuando osas hacer un comentario jocoso sobre Lady X.
Así, solo porque dije queno me importaban tanto los contratos dudosos de las compañías de Gálvez probablemente al amparo del tráfico de influencias, como la receta secreta para hacer 600 gelatinas diarias sin un refri y luego construir un imperio, saltaron cualquier cantidad de Xochibots híper rabiosos. Así los opositores, un día son especialistas en vacunas, otro día en aeropuertos, otro en refinerías, centrales eléctricas o ecologistas hipsters, y ahora los vemos convertidos en profesionales de la grenetina.
Lo mismo con esa campaña que se merece una tremenda X donde a la senadora-precandidata, por las vías del Photoshop me la dejaron como si fuera Ninel Conde, pero en versión de La Pasionaria en el nuevo realismo indigenista-socialista-buenaondioux. Se pusieron peor que Creel bien neuras regañando reporteros.
Y casi casi alegaban que la Claudio XXX Girl, es más comunista que Fran Drescher, la lideresa de artistas y escritores de Hollywood que, al declararle la huelga a los grandes estudios, les aplicó un discurso muy marxista que se centraba en la exigencia de que el capitalismo salvaje y el neoliberalismo bárbaro le baje cinco rayitas a su explotación del hombre por el hombre.
Un alto ejecutivo de Disney les dijo a los huelguistas que le hagan como quieran, que se los van a cargar patas de cabra y que si siguen como van pueden perder sus casas, sus departamentos. Esto despertó al nuevo Che Guevara, Ron Perlman (el actor fetiche de Guillermo Del Toro y el mejor Hellboyever), para decirle a este plutócrata que está provocando al proletariado, que se le puede aparecer el Hollywood bronco.
Así, no me importa demasiado que Xóchitl demuestre que sus chorromil contratos no son chuecos (cosa harto difícil), pero sí me gustaría que demostrara sus pasiones izquierdistas oponiéndose al proyecto salinista-neoliberal de Gurría y que de paso deje de explotar a sus empleados.
¡Le urge ser más Drescher y menos Dresser!