La obra de teatro “La Culta Dama”, fue escrita por el mexicano Salvador Novo López y puesta en escena en el Palacio de Bellas Artes, en México, con la dirección del autor en 1951. Nos habla de una mujer de una clase social alta, que realiza con otras damas labores de caridad, acciones que solo son pretexto para que las vean como buenas personas. Claro, no pueden faltar los clérigos que siempre han vivido pegados a estos grupos.
La obra, según el autor, es una comedia: “Del griego antiguo, kōmōidía. Obra en cuyas acciones imperan los aspectos humorísticos, su desenlace suele ser feliz.”
Si bien Novo nos dice que es comedia, cae más en la farsa: “Obra de carácter cómico y satírico, donde los personajes son una caricatura social que ridiculizan las conductas. No promueve la risa –aunque la tenga- porque las acciones tratan de llevar al público a la vergüenza para que se identifique y cambie.” Si aceptamos lo que dice Novo, el único elemento que vemos es que acaba con un final feliz.
Asimismo, cuando hablamos de clases sociales diferenciadas por la riqueza, tenemos que ir a la ciencia económica: “Ciencia que estudia las leyes de la producción, distribución y consumo de bienes y servicios. Se divide en dos grandes ramas: microeconomía (agentes económicos individuales) y macroeconomía (interacciones de estos agentes individuales pero como un conjunto global).”
La obra inicia “En un hall de una residencia elegante” el mayordomo le dice a Lupe, secretaria de Antonia, la culta dama, que no tardará en bajar la señora. Ahí también está Eugenia –trae una carta para Antonia, quiere que la reciban en la maternidad –institución de ayuda a cargo de Antonia- Eugenia está embarazada y no tiene dinero para el parto. “Le dice Lupe: -No habrá dificultad. Viene usted bien recomendada por la señorita Carmen, ¿la conoce desde hace mucho? –Le contesta Eugenia: -¿A la señora? No, no la conozco. Le dice Lupe: -A la señorita Carmen. –Pues no, es curioso, pero tampoco la he visto jamás.
Eugenia es costurera y trabaja a destajo para una camisería clandestina propiedad de judíos. La carta la recibió en su casa y no supo de quién era. Ella es hija de un presidiario, que por no pagar una sola letra al banco, lo metieron a la cárcel por tres años. Él ha salido y tampoco sabe quién pagó la fianza.
Llega Antonia, Eugenia le quiere contar su desgracia, Antonia le interrumpe: “.-No me cuente, le ayudamos, después del parto le damos un trabajo y adoptamos a la criatura.
Eugenia.- ¿Quiere usted decir que una pierde a su hijo?
Antonia.- Nuestra sociedad lo que hace es salvar a los niños, suple al canalla que lo engendró.”
Antonia tiene un hijo, Ernesto, un junior que hace todo lo que su madre ordena. El marido, un empresario que siempre anda en el golf y sus negocios. Antonia para suplir la ausencia y no verse mal ante la sociedad ha creado múltiples labores de caridad.
Antonia ha decidido casar a su hijo con una buena familia. En una primera idea sería Carmen, pero era dos años mayor que él: “No, porque las mujeres envejecen rápido” justificó. La verdad era que Carmen no se supeditaría. Entonces será Gloria, hija de su mejor amiga. Todo está presto para la boda. Los casará el Cardenal y vendrá la alcurnia de México.
El día de la boda, con todos los “popof” se presentan Eugenia y su padre para agradecer. Lupe se pregunta: ¿quién los invitó? Antonia pide que pasen. Carmen entra con ellos. Le dice que ha traído a su nieto, el bastardo bautizado por el Cardenal. Antonia no se inmuta. Entra Ernesto, ve a Eugenia y la reconoce. Él es el padre. Carmen investigó y por despecho ideó el plan.
Antonia los corre de la casa. Le dice a Ernesto que eso es normal, que es un asunto de jóvenes, que ya se han ido, él debe casarse, todo está listo con el Cardenal y la verdadera sociedad.
Pero en un giro inesperado, Ernesto decide irse con su hijo. Le pide a Antonia que reflexione, se dicen de todo. Al final Antonia tomará una decisión...