Ayer se cumplieron cuatro años del asesinato de Aristóteles Sandoval. El exgobernador de Jalisco fue baleado mientras iba a los sanitarios de un restaurante en Puerto Vallarta. Recuerdo ese día como también las ocasiones en que platiqué con él.
Fueron varias, múltiples, pero acaso nos habremos visto cinco, seis veces en persona y, de esas, solo dos fueron en entrevistas para la estación de radio donde trabajaba. Esa también ya no existe.
Tal vez por nostalgia de las fechas o por el recuerdo de esa época, pensaba en todos los críticos que Sandoval tuvo en su administración. La mayoría, cierto, con razón. La violencia en Jalisco permaneció casi intacta en su gobierno, el CJNG creció durante su administración y la intromisión de su padre en asuntos de gobierno con un enorme tufo de corrupción por supuesto que marcaban la agenda pública.
Pero también hubo decenas que señalaron y atacaron ese gobierno con fines electorales. La prensa jalisciense tuvo –como tiene hoy en día– personales que cuestionaban por el cálculo político de cómo afectaría de manera positiva o negativa su crítica tanto al gobierno como a sus gallos que, para el caso, no sólo eran del clan MC sino también del panismo y, además, de la naciente independencia representada por Kumamoto y su clan.
Recuerdo que, en ese entonces, cuestioné a Pedro porque era evidente el objetivo político desde la etiqueta independiente. No faltaron voces que me señalaron y usaron sus incipientes granjas –ya existían– para atacar mis observaciones. No está de más que esas mismas voces me acusaron de que Aristóteles Sandoval me pagaba desde mi sueldo hasta “mis conciertos”. Aún lo hacen hoy pero ahora aduciendo que lo hacía Alfaro y, seguro, esperarán para acusar ahora al gobierno de Pablo Lemus de algo similar.
Lo cierto es que hoy estamos rodeados de personajes que se convirtieron en lo que decían odiar. Críticos que habilitaron a peores políticos a llegar a puestos de poder a partir de su permisividad hacia ellos, periodistas que niegan su cercanía –incluso intima– con personajes del poder actual y pasado y que hoy se sienten traicionados por el desprecio, analistas que pagaron campañas políticas de individuos que, hoy, son todo lo que juraron destruir, comenzando por Kumamoto.
Si no hubiera sido asesinado, Sandoval hubiera comandado a un equipo que habría dado dolores de cabeza al alfarismo y podría catapultarse a la escena nacional, pero también hubiera sido testigo de un degradado ambiente político jalisciense donde nadie cuestiona los arreglos políticos y amenazas entre miembros de un mismo partido, donde hay personajes en el congreso que llegaron no por sus méritos, sino por los arreglos cupulares pese a su actitud mezquina, poco talento y peor reputación, donde es evidente el uso mediático de un sector del poder en búsqueda de mejores posiciones por encima del bienestar general, donde los sectores de vanguardia en la mediocracia del estado son, ya, la retaguardia.
Todo, ante la miopía de taller de una comentocracia complaciente, pusilánime y cómplice de las peores prácticas que, incluso, terminan premiadas.
Nada mejor a cuatro años. Tampoco, nada que de verdadero bienestar, lema del gobierno de Aristóteles antes de que lo robara la famosa 4T.
Otra cosa más que se transformó en todo lo que odiaban… o decían odiar.