Horas difíciles, hermetismo respecto a la salud del Presidente de la República. Con su abrigote, herencia de una tía viuda, y su bufanda, Gil fue confundido (ah, una voz pasiva) con personas de Morena y tuvo información privilegiada que atravesó la cortina de hierro del secreto presidencial. Esa revelación afirmaba que nuestro Presidente había sido internado en el Hospital Militar. Jesús Ramírez Cuevas no se daba abasto, sus celulares, tiene varios, no dejaban de sonar. Chucho, le dijo Gamés disfrazado de persona de Morena con su abrigote, estás hecho un manojo de nervios, tranquilo, a ti te va a dar algo.
En algún momento, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hérnandez, apareció para informar que la salud de Liópez Obrador rozaba la épica y que podría correr un maratón si así lo decidiera. Bueno, no lo dijo así, pero dijo que su estado de salud era muy bueno.
Al día siguiente, el propio Presidente apareció en un video de ocho minutos y explicó que se trataba de una revisión de rutina, un estudio que habían programado días antes, pero se le atravesó el covid: hasta donde Gilga entiende, cosa improbable, un cateterismo es una sonda que entra por una arteria del brazo o la pierna y llega al corazón, lugar en el cual, si es necesario, se coloca un stent, un tubo pequeño y autoexpandible que se coloca en un vaso sanguíneo o arteria que se haya cerrado u obstruido, con el fin de reabrirlo. El Presidente informó que no fue necesario. La verdad un cateterismo no es un pan con mermelada, pero todo salió bien y el Presidente volvió a Palacio.
Dramatismo
El mundo se enteró por la voz viva del Presidente de que tiene un testamento político. A Gil se le puso de gallina la carne. Con los nervios destrozados, Gilga leyó: “Tengo un testamento político. No puedo gobernar un país en un proceso de transformación —no puedo actuar con irresponsabilidad, además con estos antecedentes de infarto, la hipertensión, mi trabajo, que es intenso— sin tener en cuenta la posiblidad de la pérdida de mi vida” (…) “Cómo queda el país: tengo que garantizar la gobernabilidad (…) tengo un testamento para eso, afortunadamente no va, creo yo, a utilizarse y vamos a seguir juntos queriéndonos mucho, porque amor con amor se paga”.
Gamés se precupó y caminó sobre la duela de cedro blanco: Dios nos libre de la calamidad que significaría para la vida del país perder la vida (así se dice) del Presidente.
Ahora mal sin bien: no se lo tomen a mal a Gil, pero la idea de un testamento político para la gobernabilidad del país revela a la Presidencia como un bien que le pertenece. No menciona la Constitución. Por fortuna, los médicos le han dicho que puede volver a su enloquecido ritmo de trabajo y “que hay Presidente para un tiempo, el necesario, el indispensable para llevar a cabo los cambios de la transformación”. Otra vez los nervios, el dramatismo, ¿cuánto tiempo?, ¿le dijeron?
Eléctricos
Gilga caminó con su abrigote y su bufanda por los pasillos de Palacio Nacional como si fuera un viejo militante de Morena. Se encontró al canciller Ebrard, quien elogió su abrigo; luego al hombre fuerte de las gobernaciones, Adán Augusto López Hernández, quien también le habló muy bien de su abrigo e incluso de su bufanda. A ambos les preguntó por la secretaria Nahle. ¿Han visto a Rocío? Sí, aquí andaba. La secretaria de Energía dijo que la reunión con la secretaria de Energía de Estados Unidos, Jennifer Granholm, había sido miel sobre hojuelas. Pero resulta que la Embajada de Estados Unidos en México difundió en español una serie de tuits de la secretaria que, entre otras cosas, dice lo siguiente: “En cada reunión, transmitimos expresamente las preocupaciones reales de la administración Biden-Harris sobre el potencial impacto negativo de las reformas energéticas propuestas por México, a la inversión privada estadunidense en México”. ¿En qué quedamos: a pedir de boca o críticas a bocajarro? Mañana Gamés ampliará este comentario. Ah, los sinsabores energéticos del gobierno mexicano.
Todo es muy raro, caracho, Gil lo oyó en la calle: “Humor con humor se paga”.