La propuesta de Liópez de crear un banco de reserva de medicamentos en la Ciudad de México es la aceptación de lo que el Presidente y su guiñol López-Gatell negaron: que durante cinco años el desabasto ha sido una realidad espantosa...
Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil cavilaba: la mitomanía política intenta crear realidades alternas, pero los hechos son muy necios y se muestran desnudos avergonzando al mitómano. Esta cavilación viene a cuento porque el Presidente Liópez afirma “que ahora sí no hay desabasto de medicamentos en el país”.
En un giro genial como de Ciro Peraloca, Liópez propuso la creación de un banco de reserva de medicamentos en la Ciudad de México para garantizar el abastecimiento y que ningún fármaco falte en los hospitales: “Voy a proponer al sector salud que se tenga una especie de farmacia… con todas las medicinas del mundo, en cantidades razonables para que cuando falte en un hospital ahí haya como banco de reserva de medicamentos, y lo vamos a hacer”.
En un gesto histórico, Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó: aquí hay complejidades, la primera de ellas, la aceptación de lo que el Presidente y su guiñol López-Gatell negaron: que durante cinco años el desabasto de medicinas ha sido una realidad espantosa, que los padres y las madres “golpistas” (el Fisgón lo dijo) de niños con cáncer no tuvieron medicamentos, hay mitomanías criminales y ésta ha sido una de ellas. Ahora mal sin bien, esa farmacia con “todas la medicinas del mundo” va a ser muy grande, imagínense, “todas las medicinas del mundo”. Es que de veras.
Sin servicios de salud
Gil lo leyó en su periódico El Financiero en una nota de Víctor Chávez: “Las denuncias por el desabasto de medicamentos dispararon 170 por ciento las quejas presentadas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos”. Gil no quiere ponerse pesado, pero ¿cuál Comisión Nacional de Derechos Humanos? Que Gil recuerde, esa institución murió cuando el Presidente nombró a la señora Piedra. Ahora mal sin bien, una nota contigua en el mismo periódico dice esto: “El abasto de medicinas continúa sin ser prioridad para el gobierno del presidente López Obrador, y sí la culminación de las megaobras de su gobierno. De acuerdo con el ejercicio del gasto público, se reporta que éste sigue teniendo subejercicios y haciendo sus guardaditos en salud y seguridad pública y que se sobregira en gastos de obras de infraestructura”. Que les den un barril de petróleo a los niños enfermos, y algo de gasolina para beber a los pacientes con cáncer.
Oigan esto: “La Secretaría de Hacienda reportó subejercicios de 9 mil millones de pesos en la Secretaría de Salud y de otros 5 mil 300 en la Secretaría de Seguridad. En cambio destaca el aumento en gastos en la Secretaría de Energía por más de 11 mil 400 millones de pesos que serán destinados principalmente a la construcción de Dos Bocas”. ¿Cómo la ven? Dicho esto sin la menor intención de un albur presupuestal. ¿Algo que añadir a estas formas definitivas de la mitomanía política?
La secretaria Frausto no existe
Recordarán la lector y el lector ese día soleado en que el Presidente apareció en su rancho. Como él nunca descansa, emitió un video para redes sociales en el cual dijo que algunas, muchas, secretarías de Estado serían descentralizadas, una de ellas la de Cultura. Todos a Tlaxcala.
Cinco años después, Gil lee en una nota de Reyna Paz Avendaño en su periódico La Crónica: “un poco más de 62 mil pesos es el dinero que la Secretaría de Cultura federal, dirigida por Alejandra Frausto Guerrero, gastó en un mes por el servicio de vigilancia en las oficinas sin empleados que la dependencia renta en Tlaxcala. Es decir, en lo que va del año, dicha sede administrativa sin utilizarse ha costado al menos 1 millón 280 mil pesos”. Para ser una secretaría fantasma no es tanto dinero, otra cosa sería que ese edificio lo habitaran trabajadores de la cultura: “Este inmueble que Frausto Guerrero prometió llenar con 180 trabajadores en el mes de febrero, como ejemplo de descentralización y de ahorro, hoy genera gastos superiores al monto anual que el Inbal dona para la operación artística del Museo José Luis Cuevas y superior al dinero reasignado por el INAH a la reconstrucción de algunos templos afectados por los sismos de 2017, como el de San Pedro Xalpa en Azcapotzalco (CdMx) y la Misión Dominica de la Santa Cruz, en Santa Cruz Mixtepec (Oaxaca). La sede inexistente de Tlaxcala es un espacio de 1,420 metros cuadrados por el cual la administración de Frausto Guerrero paga 203 mil pesos al mes.
Todo es muy raro, caracho, como diría Mitch Albom: “Cuanto más defiendes una mentira, más iracundo te vuelves”.