Gil sigue, no con la frecuencia que debería, el programa en el que dos periodistas de fuste y fusta repasan la conversación pública: Joaquín López Dóriga y Carlos Marín. La emisión suele ser ágil, ingeniosa e informada, con mala y buena leche. En el más reciente de “De tin Marín…”, el ex director de Notivox pescó un tesoro en el río de la locura pública. Carlos Marín fijó en el tiempo el momento en el cual el presidente de la República afirma que se comunica con Juárez. Gil no sabe mentir: “Como referencia y como guía han sido incontables los momentos en los que he acudido a él para pedirle consejo y nunca me ha fallado”. Dice Marín que el Presidente confunde a Benito Juárez con su secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O. Por lo mismo, afirma Marín que Palacio Nacional se ha convertido en la Casa de los Espíritus.
Ah, descreído Marín. Durante años, en Palacio podía visitarse una recreación de la habitación (ción-ción) donde pernoctaba don Benito con Margarita. Y miren que le ponían durísimo para esos tiempos, pues tuvieron ¡doce hijos! ¡Golosos! Para desgracia de la Patria, dos hombres y tres mujeres murieron muy pequeños. Todos de pie: “Oh Juárez, apóstol / invicto paladín / los patrios pendones se inclinan ante ti (…)”. Cómo ño. Y dicen las buenas lenguas que cuando escapó a bordo de la mitológica diligencia negra, o como se llame, con la República a cuestas, no dejaba pasar su día en blanco.
Espíritu del Benemérito
Don Benito, ¿estás ahí? Sí, Andrés, muy cerca, acá. Oye Benito, perdón que te tuteé, dime oh tú, Benemérito, ¿destruyo ese aeropuerto neoliberal? Ni lo dudes Andrés, y de paso vende el avión de la ignominia, yo me transportaba en una carroza halada por animales nobles. Y ya que estamos en esto, don Benito, dime, ¿debo repartir dinero a los menesterosos y así como que no quiere la cosa compro unos votos del pueblo bueno? Ni dudarlo, Andrés, en mis tiempos se fusilaba a los enemigos, pero creo que en tu época ha caído en desuso esa sana práctica de persuasión. Emocionado hasta las lágrimas Gil entonó: “sus papás se le murieron / huerfanito lo dejaron / y así creció Benito / en un pobre jacalón”.
Benito, oh, guía, no quiero que trabajes a deshoras, pero dime, oh prócer, ¿debe ser Claudia Sheinbaum la candidata? ¿O el carnal? Andrés, cuando Guillermo Prieto me salvó la vida, según la leyenda, en realidad me estaba tirando mala onda. Esta es la parábola, y me voy porque me espera Margarita, ella anda buscando pelea, ya sabes, por suerte mi sangre oaxaqueña nunca me deja mal parado, sin albur. Ah, las incomprensibles mujeres. Adiós Andrés y buena suerte, cuando vengas te invito un ajenjo y hablamos del pueblo.
Ah, descreído Marín, esta información que publica en exclusiva Gilga es verídica y no proviene de los expedientes de fiscales de esos que sirven a algunos periodistas de rompe y rasga. En fon.
En agosto nos vemos
Gil leyó la breve novela póstuma de García Márquez, En agosto nos vemos. Games se ríe de quienes afirman que se trata de un relato menor del Nóbel de Literatura. García Márquez desdeñaba estas páginas según cuentan sus hijos, pero nada tonto, nomás faltaba, no las destruyó, sabía que esa historia traía su sangre narrativa. A Gamés le gustó mucho y reconoció algunos momentos estelares de ese gran escritor. Aquí va una tableta: “El marido, a fuerza de ser un fanático de su oficio al mismo tiempo que un coqueto empedernido, había terminado por ser un huésped casual en su cama. Para ella, en cambio, la paradoja más extraña era comprobar cómo iba perdiendo la ilusión de la isla por falta de un hombre seguro entre los muy casuales que habían provocado sus noches escasas. Su mayor ansiedad, sin embargo, no eran las dudas de la fidelidad del marido, sino el pavor de que tuviera un pálpito de lo que ella hacía en la isla con su noches contadas. Por lo mismo, le hacía muy poco comentarios de sus viajes anuales para que no se le ocurriera acompañarla, o por no suscitarle alguna duda de hombre que son las menos faciles, pero las más certeras”.
Todo es muy raro, caracho, como diría Napoleón Bonaparte: “La ambición de dominar los espíritus es la más poderosa de todas las pasiones”.
Gil s’en va