Lamentablemente acabamos de vivir otro incidente más en Tampico, donde una persona, no sabemos bajo que tribulaciones, decidió poner fin a su existencia de una manera terrible y dramática… ante la vista de todos.
Algunas versiones describen que el hombre había intentado antes acabar con su vida, lanzándose hacia una camioneta, pero al parecer se arrepintió. Lo intentó de nuevo y esta vez con resultados funestos.
¿Qué rayos estaban pensando quienes se dieron cuenta de esa conducta y no hicieron nada por detenerlo y ayudarle? Quizás nunca lo sabremos.
Este suceso tan triste y preocupante tiene que hacernos pensar en una segunda pregunta: ¿cuántos otros avisos no habría emitido ya ese hombre sobre sus fatales intenciones?
Probablemente varios.
Uno de los mitos urbanos más frecuentemente escuchados sobre el suicidio, es que la persona que quiere morirse no avisa; simplemente lo hace de manera impulsiva y tajante sin dar margen a ser rescatado.
Eso es una creencia absolutamente falsa: a ninguna persona se le ocurre quererse morir de un día para otro, sin haber intentado antes hacer algo para enfrentar su dolor, sea lo que sea que lo atormente.
El perfil de personalidad del común de quienes
desarrollan una conducta autodestructiva con desenlace fatal, implica que han hecho múltiples llamadas de auxilio, que han emitido diferentes señales solicitando ayuda, probablemente de manera indirecta o a veces muy directa.
El común denominador de ese tipo de casos es un entorno frecuentemente poco sensible y empático. Están rodeados de personas demasiado ocupadas, sin sensibilidad de detectar cambios significativos o sutiles en quien vive con una enorme carga emocional y con deseos de acabar con todo.
En el infortunado caso que describimos al inicio de esta editorial, ya nada se puede hacer. Es tarde para pensar en los posibles “hubiera”. Resta aprender de la experiencia. Disminuir las prisas, nuestro egoísmo e indiferencia.
Para poder escuchar los posibles llamados o gritos de auxilio de otras personas, que podrían estarse consumiendo en la angustia. Es mucho lo que podemos hacer para que ya no se repitan ese tipo de noticias fatales: afinemos el oído emocional.