Me levanto a diario con una mezcla de sentimientos; entre el cansancio de mis palabras perdidas en el vacío y la alegría de saber que algunos, quizá los menos, hoy irán dispuestos a que mi voz no se extinga, y algún día genere frutos. Regreso a veces agotado, no solo por alzar la voz para hacerme oír, sino por mi mensaje no escuchado… pero la energía regresa con el rostro de aquellos que ven la luz al entender un problema, la mirada brillante del que me sigue a través de los “aburridos consejos”.
Mi vida en un salón de clases no es fácil. Sobre todo con aquellos que no solo no escuchan, sino que impiden escuchar a otros. Es fácil pedirles abandonar el aula… pero eso es reconocerme derrotado, y rendirme ante la desesperanza; es dejar de creer en ellos.
Soy maestro, y lidiar con personas imposibles es un arte… lo fácil sería aceptar que no tienen remedio… pero eso sería darles la razón a sus padres, a todos los que llegaron a convencerlos de que sus vidas son un estorbo. Yo no lo creo. Apuesto a que están muy tristes o muy enojados… y están buscando la manera de que volteen a verlos.
Tengo dos opciones; sobrevivir o trascender. La primera es dedicarme sólo a mi trabajo; esperando el cheque. Trascender, es ver que no tengo máquinas, ni objetos entre mis manos. Es gente que se está jugando quizá los mejores años de sus vidas en ese salón de clases y que esperan que algo de lo que les digo les ayude a construir un futuro más prometedor.
La mejor lección que puedo dar a esas almas jóvenes, es la invitación a que nunca permitan que alguien les diga que no pueden alcanzar sus sueños, como dijera Will Smith, ni siquiera sus propios padres.
Estoy consciente de mi enorme responsabilidad. Pueden dejar de sentirse víctimas y esclavos de su infancia. Dejar de usar sus historias dolorosas del pasado, como pretexto para no dar arruinar el presente. Para hacerles saber que no importa lo que hayan pasado. ¡Están vivos! ¡Sólo hay que despertarlos!
Ser Maestro, es la profesión más hermosa del mundo; te ayuda a darte cuenta de que no estás muerto, porque te proporciona el regalo más preciado del universo; que la gente siga creyendo en ti, pero sobre todo en ellos mismos.
