Esperar demasiado de la gente suele ser visto como un pase seguro a la decepción y el dolor. Se ha satanizado tanto a las expectativas, que incluso leemos por ahí que “la única manera de no decepcionarte es no esperar nada de nadie”.
Absurdo para la experiencia de la vida real; nos expondría a un mundo monástico; inasequible al promedio, y carente de color y relieves emocionales.
El problema es el no-realismo de las expectativas; es la necia idea de que la gente está obligada a cumplirlas.
Esas falsas suposiciones, provocan enemistades y desamores, y la vida se amarga, porque rumiamos por años las decisiones de otros que contrariaron nuestros deseos. Gran error dar cosas por hecho todo el tiempo.
Esperar lo mejor de los demás es muestra de un corazón sano; no es ser ilusos ni ingenuos. La vida te enseña a ir con cautela, pero cautela no es paranoia.
Ir despacio con la gente y no desbocar el corazón por las puras, es deseable en pro del equilibrio personal. Conocer a las personas sin prejuzgarlas, es el contrapeso de la cautela y el autocuidado.
El corazón no debe quedar paralizado por las decepciones… no existen garantías; creer en alguien o enamorarse, no es como comprar una lavadora y asegurar su reposición en caso de falla.
Creer y esperar es sano y necesario; te mantiene con vida y te atrae la dicha, en un mundo donde también hay dolor y mala leche.
Pero de vez en cuando, recoger rosas no te libra de las espinas; no siempre se cosecha pronto lo que se siembra… tiempo al tiempo.
Esperar te hace brillar por dentro, no te asegura nada, pero creer es un combustible para levantarte a diario y salir a la calle.
Hasta del desconocido esperas que no te atropelle; lo das por hecho. Terminar arrollado es lo último que esperarías. Confías en cientos de personas que no conoces atrás de un volante.
¿Por qué no hacerlo con los que tienes cerca? Te enamoras y te tropiezas porque así es esta vida; si buscas garantías y precisión, puedes asegurar que te equivocaste de planeta.
Pero si estás dispuesto a enamorarte y a veces llorar, a caerte y ponerte en pie recompuesto, y entender que la felicidad así funciona, entonces estás en el mundo correcto.