Nuestro marco cultural le otorga gran importancia a las habilidades cognitivas, y buscamos que nuestros hijos las desarrollen cada vez más temprano.
Consideramos incluso como una competencia el que aprendan a leer o escribir antes que los demás. Y presumimos de ello.
Esta excesiva preocupación por la inteligencia académica ha ido dejando de lado el atender la inteligencia emocional; las habilidades necesarias para la vida y las relaciones exitosas.
La etapa temprana del desarrollo de la personalidad debiera estar centrada en el fortalecimiento de la autoestima y la empatía; aprender a ser conscientes del propio valor y la importancia que tienen quienes nos rodean, son elementos fundamentales del desarrollo psicoafectivo en la niñez.
Del éxito de esta integración dependerá el nivel de adaptabilidad y capacidad de preocupación por los demás, que el niño desarrolle hasta su vida adulta.
Aprender a reconocer y expresar sus propias cualidades, elogiar a los demás, saber poner límites, tratar a otros como espera ser tratado son herramientas indispensables en el portafolios emocional de un niño.
Entender que su esfera de libertad personal termina donde comienza la individualidad de los otros, lo hará tener un comportamiento asertivo que será decisivo y vital para la vida adulta exitosa. Esa es la esencia del respeto.
En la adolescencia y en la vida adulta, pagamos costos muy elevados cuando no hemos tenido la suficiente alfabetización emocional: nuestros mayores problemas en la vida, generalmente se relacionan con el arrepentimiento de decisiones que nunca debimos haber tomado, o con palabras que jamás debieron pronunciarse.
Existen personas con una brillante trayectoria e inteligencia académica, y sin embargo, sus vidas personales son un monumento al caos y al desorden.
Nunca es tarde para empezar a educar las emociones; dejar de darle gusto a los demás, ser auténticos en ambas polaridades: lo que amamos y nos gusta y lo que no deseamos en nuestra vida.
La ira y la tristeza también importan. No solo el amor y la alegría. Las emociones son para manifestarse; si se reprimen, acabarán por hacernos daño.
Solo se trata de no atropellar a nadie...