Una de las quejas más frecuentes escuchadas en psicoterapia al abordar temas de conflictos en pareja, es la percepción de injusticia entre lo que se entrega al otro y lo que se recibe.
Al analizar la narrativa suele suceder que efectivamente lo que el paciente describe corresponde a la realidad; pero llama mucho la atención el aferramiento a querer obtener del otro ciertos tipos de consideraciones, actitudes o entrega, a pesar de haber tenido evidencias de que la persona no parece dispuesta a mostrar la reciprocidad que su pareja espera de ella.
Un aspecto esencial del problema es confundir el querer con el poder: el miembro de la pareja que suele mostrar una actitud poco empática, escasamente solidaria o malagradecida, no necesariamente es porque NO quiera hacerlo… sino que muy probablemente no encuentra la forma de dar lo que se espera de este.
En algunos casos, por increíble que parezca, llega a ocurrir que ni siquiera entiende a nivel emocional qué es exactamente lo que se le está pidiendo.
No es que no lo entienda en teoría o no comprenda el significado de las palabras, sino que padece de cierta “ceguera emocional” que le impide o complica mucho el percibir los significados y sentimientos en ciertas actitudes.
Cosas que podemos percibir como simples, en realidad son habilidades emocionales sumamente complejas y poco asimilables para algunas personas que proceden de un ambiente educativo con muchas carencias en los afectos y en la vinculación o en la profundidad de los sentimientos.
Si encima de eso, tienen la soberbia como defecto, será muy difícil que puedan darse cuenta de la importancia de buscar ayuda profesional para mejorar sus fallas en la esfera psicoemocional.
Se vuelve un problema muy grande porque algunas personas ni siquiera ven estas fallas como un problema, a pesar de que les provoca repetidamente descalabros afectivos.
Suelen pensar que tienen mala suerte o que los demás no los comprenden o son muy exigentes.
Por eso, piensa muy bien en tus planes a futuro con una persona de estas características; es muy probable que nunca vaya a cambiarlas, y no porque no quiera, sino porque puede ser un discapacitado emocional.