Leemos en redes sociales testimonios de personas describiendo el sufrimiento de estar pasando por episodios depresivos o ansiosos. Es nuestra libertad publicar lo que nos venga en gana tenga o no utilidad alguna.
Para alguien cuya ignorancia o soberbia les impide buscar ayuda psicológica puede ser un llamado de auxilio. Lo lamentable es que muchos no se dejan ayudar y prefieren seguir creyendo que su sufrimiento es inevitable y que es producto de la mala suerte o de las injusticias.
Cuando figuras públicas escriben publicaciones así, pueden representar para muchos una influencia peligrosa; se envía, sin quererlo, un mensaje de impotencia y desesperanza.
Debido a la todavía limitada cultura sobre el apoyo psicológico, muchas personas eligen quedarse de brazos cruzados y simplemente se dedican a postear su desdicha.
¿Te imaginas con un agudo dolor de gastritis o de muelas y, en lugar de buscar ayuda médica, simplemente te quejaras en redes sociales sobre tu padecimiento? Suena ridículo ¿verdad? Exactamente lo mismo ocurre con la depresión o la ansiedad. Son enfermedades que necesitan herramientas profesionales para ser curadas.
Leemos comentarios como “qué valiente que te atrevas a dar tu testimonio sobre la depresión”. ¿Diríamos lo mismo de alguien que se resiste a atender su úlcera sangrante y sólo compartiera su dolor en redes? No ¿verdad?
No existen depresiones o cuadros de ansiedad imposibles de ser curados; hay personas reacias, sin disciplina para buscar ayuda a tiempo y llevar un tratamiento.
Dice Alejandro Sanz en su polémico post: “estoy trabajando para que se me pase”. Ojalá eso signifique la única cosa sensata: recibir ayuda profesional.
Pero agrega: “algo dentro de mí me dirá qué hacer”. ¿No es preferible que el psicólogo o psiquiatra nos indique qué hacer en lugar de esperar la receta de alguna “voz interior”?
“Está bien no estar bien” es un mensaje alarmante y dañino, que no necesita ser “poetizado”. Hay mucha gente en el filo de la navaja que usa estas publicaciones como pretexto o permiso para acabar con sus vidas.
Ojalá tomáramos los padecimientos emocionales mucho más en serio y dejásemos de propagar tantas mentiras.