Cultura

El urbano resplandor de los fantasmas

  • 30-30
  • El urbano resplandor de los fantasmas
  • Fernando Fabio Sánchez

Con las noticias internacionales y nacionales a flor de piel, visité por unos días la Ciudad de México este agosto.

En una caminata por el Paseo de la Reforma, vi la Glorieta de los Desaparecidos, un círculo de muros improvisados con fotografías, justo enfrente de la Bolsa de Valores.

La imagen me impresionó y me hizo reflexionar, como si estuviera en una película de terror, sobre las contradicciones de la realidad cotidiana.

¿Es la ciudad un espacio lleno de fantasmas que no alcanzamos a ver?

Para responder esta pregunta, me basaré en “El resplandor” (1980), de Stanley Kubrick.

Hace un año escribí una columna sobre el filme. 

Esta vez, luego de encontrarlo remasterizado en una plataforma de internet, resultó evidente relacionar su fábula con la circunstancia que vivimos tanto en México como en Estados Unidos.

Como ya sabemos, Jack Torrance acude a una entrevista al Overlook Hotel, un complejo vacacional de lujo, construido en la cima de una montaña sobre un cementerio indígena, a principios del siglo XX.

Jack está interesado en cuidar el hotel durante los seis meses de cierre de la temporada invernal.

El gerente le explica las labores que debe realizar y, además, le advierte que un cuidador anterior ultimó con un hacha a su esposa y a sus dos hijas.

Las razones se relacionan con lo que se conoce como “Cabin fever” o agobio por estar encerrado, le explica el gerente.

Jack asegura que no le afectará: busca precisamente eso, el aislamiento, para escribir una novela.

Concluye que su esposa e hijo amarán la experiencia.

Pero es aquí donde intuimos que algo saldrá mal. Danny, el hijo de Jack, teme sobre todo el carácter violento de su padre.

Jack lo maltrató mientras se encontraba bajo los efectos del alcohol, solo porque cambió unos papeles de lugar.

Por eso, el padre ha comenzado un periodo de abstinencia.

El drama de Jack parece ser —tal como sospechan su esposa, Danny y el espectador— el delicado equilibrio entre la cordura y la locura.

Establecidos en este contexto, me concentro en la conversación entre Danny y Dick, el cocinero del hotel.

Dick le explica al niño el sentido del “shining”, una forma de memoria y comunicación que va más allá del tiempo y el espacio.

Le dice que sus percepciones (las imágenes de las gemelas muertas, por ejemplo) son los ecos del pasado, como cuando se quema un pan y quedan las marcas del humo.

El niño recuerda esta conversación cuando las niñas —más tarde— lo invitan a jugar. Para calmarse, se dice, son solo imágenes de un libro. No son reales.

Así sabemos que los fantasmas son rastros de acciones pasadas, en especial, de acciones violentas.

Corresponden a la proyección tanto de victimarios como de víctimas. Unos, buscando perpetrar su crimen otra vez; los otros, intentando escapar, en busca de justicia.

Son como ilustraciones en un libro, como fotografías de los desaparecidos que tapizan un muro.

¿Qué nos dicen estas entidades que rondan nuestro entorno?

¿Qué personajes sanguinarios tocan a la puerta de nuestra psique, reclamando nuestro cuerpo para entrar en acción?

Abordaré estas preguntas con más extensión en la siguiente entrega, porque lo cierto es que, como en el Overlook, también nuestras ciudades están llenas de fantasmas.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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