Cultura

Henri Donnadieu: “Tengo que morir cada noche para renacer al día siguiente”

Henri Donnadieu trajo en la década de los 70 el cosmopolitismo de la diversión noctívaga con la apertura de el Disco Bar El 9, el 23 de enero de 1977 se inauguraría el primer disco bar que marcaría el primer antecedente de los bares y antros LGBT que hoy se aprecian en la Ciudad de México.

Hoy, 12 de agosto, se ha confirmado el deceso de Donnadieu en Cuernavaca, ciudad donde radicaba desde hacía ya varios años. Tuve el privilegio de haber hecho su última entrevista, publicada en Dominga, revista de Milenio, hace apenas una semana, misma que leyó para luego escribirme por mensaje: “Mil gracias por tu maravilloso artículo sobre El 9. Me encuentro en convalecencia en Cuernavaca. Te deseo mucho éxito como te mereces […] Este artículo me alegró la vida en este momento tan difícil. Pero ya voy mejor. Un fuerte abrazo Évolet”.

Esa entrevista tomó lugar en la Zona Rosa, Henri vino desde Cuernavaca a la Ciudad de México para la entrevista, si algo lo distinguió desde siempre fue precisamente su generosidad. Al finalizar la entrevista fuimos a lo que fue El 9, ahí lo fotografié, luego recorrimos la Zona Rosa y Reforma mientras lo iba retratando. Las fotografías ilustran la entrevista.

Conocí a Henri Donnadieu en 2018, durante la grabación del documental Pita Amor: Señora de la tinta americana (TV UNAM, 2018), sobre la escritora y poetisa Guadalupe (Pita) Amor, filmado por el cineasta Eduardo Sepúlveda Amor, sobrino de la también novelista. La cita para aquella grabación fue en su restaurante, El Olivo, en la Zona Rosa, junto a la Plaza Río de Janeiro. Me encantó su acento notoriamente afrancesado al hablar español, con sus rs guturales, sacadas desde la garganta. Lo primero que me dijo al verme fue “¡Pegggo qué chic egggues!”, mientras me chuleaba mi mascada al cuello y mis collares.

Poco tiempo después nos volveríamos a encontrar, cuando fuimos invitados a participar en el recital in memoriam de Guadalupe Amor en el Teatro María Tereza Montoya. Ese mismo día, más temprano, durante el ensayo final, recuerdo que entre que practicábamos con el pianista —durante aquel recital hubo piano de fondo— y observábamos a los demás convocados, le pregunté si me acompañaba por un cigarro, él me dijo “no hay que saligg, mejogg sígueme” lo seguí y nos fuimos a una zona escondida por detrás del escenario, le di de mis cigarros Faros y ahí fumamos, riéndonos de nuestra indisciplina mientras platicábamos de él y de Pita.

Como Henri notó mi admiración hacia Guadalupe Amor, quien fue muy amiga suya en sus últimos años —ella murió en el 2000—, me regaló un precioso ejemplar de Todos mis crímenes (FEM, 1986), poemario de Pita Amor que le publicó Henri, se trata de una bella edición y cuya portada, una fotografía de la anillada mano de Amor, es de Rogelio Villarreal; es una publicación de autor, raro, que atesoro con muchísimo cariño. Me parece, de tan sólo 500 ejemplares, y de alguna forma símbolo definitorio de la amistad entre ambos.

Henri, con su Disco Bar El 9 trajo a la fiesta de México, primero, la aglomeración en un espacio seguro del disfrute al ritmo de la música más actual traída desde Londres, Nueva York, París, Berlín, de lo que se conoce en la jerga popular como “el ambiente [gay]”, la población LGBT finalmente podía tener un espacio donde no se les juzgara y pudieran divertirse y ligar sin atadura alguna; al principio sólo llegaban a El 9 juniors de clóset, hermosos jóvenes burgueses que en la madrugada, al salir de El 9, continuaban su actuación en sociedad como respetables muchachos heterosexuales de buena familia, aunque, ahora sí que lo bailado nadie se los quitaba. También asistían celebridades del espectáculo y la farándula, artistas plásticos, escritores, periodistas. Era un ambiente más elitista en un inicio.

En su segunda etapa, luego de que se abriera también una sucursal en Acapulco, El 9 de Zona Rosa se convirtió en epicentro de la contracultura. Estamos en la década de los 80. Donnadieu decidió democratizar la fiesta en la Zona Rosa en todos los sentidos. Ya no sólo entraban gays y celebridades, ya en los años ochenta podía entrar cualquier persona, bienvenidos sean punketos y rockeros, travestis y vedettes, y cualquier aventurero que quiera disfrutar de una buena noche, que quiera olvidarse de su vida diurna para resplandecer al fulgor de las copas de cristal y luces neón, teniendo de fondo música electrónica synth, synth-pop, rock. Sweet dreams are made of this / who am I to disagree?…

Fue en esta época cuando grupos musicales hoy icónicos, como La Maldita Vecindad, Café Tacuba, Santa Sabina, Los Hijos de Sánchez o Caifanes, por mencionar algunos, hicieron sus pininos. Ahí empezaron a tocar. Donnadieu quiso darle una oportunidad a quienes no tenían un espacio para mostrar su música, pero también a quienes eran rechazados en otros espacios.

Y no olvidemos su labor como activista, junto a Braulio Peralta y Alejandro Reza fundaron el Grupo Cálamo A.C., para apoyar a la comunidad que se enfermaba de VIH, El 9 se convirtió también en un espacio para recaudar dinero y ayudar a combatir la desinformación y los prejuicios contra el VIH.

Con Donnadieu muere una época, pero nos deja su legado, el recuerdo de su infinita generosidad y su hermosa autobiografía: La noche soy yo (Planeta, 2019).

X: @EvoletAceves

Évolet Aceves


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Évolet Aceves
  • Évolet Aceves
  • Escritora, cronista, psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Columnista en Pie de Página.
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