El magnífico Yuval Noah Harari, autor de Sapiens –el libro de divulgación científica más leído de la historia–, escribió un provocador artículo en donde anticipaba la derrota de Vladimir Putin en su criminal invasión a Ucrania. Concluía así el profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén: “Desafortunadamente, es probable que esta guerra dure mucho tiempo. Tomando diferentes formas, bien puede continuar durante años. Pero la cuestión más importante ya ha sido decidida. Los últimos días han demostrado al mundo entero que Ucrania es una nación muy real, que los ucranianos son un pueblo muy real, y que definitivamente no quieren vivir bajo un nuevo imperio ruso. La pregunta principal que queda abierta es cuánto tardará este mensaje en penetrar los gruesos muros del Kremlin”.
En general, comparto las dos reflexiones. La guerra será larga y Ucrania ha construido una identidad tan poderosa que ha recogido la solidaridad del planeta entero. Sin embargo, ¿y si el objetivo de Putin es otro? ¿Si el autócrata ruso no sólo está pensando en el Dombás? ¿Y si Putin busca trastocar la democracia a través de una guerra larga que debilite a Occidente?
Putin parte con una ventaja: es un tirano sin complejos. Durante años quiso construir una imagen de demócrata. Sin embargo, desde la invasión a Georgia en 2008 y al Este de Ucrania en 2014, Putin ha destruido cualquier esbozo de pluralismo en Rusia. Se encarcela a disidentes, no hay prensa libre, no hay contrapesos. Putin manda en alianza con una serie de oligarcas rusos que controlan la economía del país. A diferencia de Macron, Biden o Scholz, Putin no tiene que ganar elecciones. Él puede ver la política desde el largo plazo que se arroga el dictador.
Otra cosa es la democracia. La inflación está dinamitando gobiernos. No hay nada políticamente más ruinoso que una inflación sin control. Una parte de Europa se acerca al doble dígito luego de años de inflación cero. Biden tiene un terremoto en casa y, casi con seguridad, perderá las elecciones intermedias. La inflación tumbó al popular Mario Draghi en Italia, y la tercera economía de la Zona Euro caerá –casi con total seguridad– en manos de Giorgia Melonia y una coalición rusófila. De la reunión del G7 en Alemania el pasado junio, ¿Quién quedará en 2024 o 2025? Bueno, Macron ni siquiera tiene una mayoría en la Asamblea Nacional y en Francia ya se habla de la peor crisis política de la Quinta República. Putin no está sufriendo las sanciones y sí está logrando desestabilizar a Occidente.
La dependencia gasística y energética también le otorgan ventajas al dictador ruso. La política tiene mucho que ver con la gestión del tiempo. Cuando comenzó la guerra, el tiempo conspiraba contra Putin. Cada día transcurrido suponía una derrota para el Kremlin y una victoria para Kiev. El paso del tiempo engrandecía el relato del coraje heroico del pueblo ucraniano. Ahora, el tiempo cambió de bando. Putin sabe que el invierno es su principal aliado. Como lo fue con los soviéticos en la Segunda Guerra Mundial. La perspectiva de un invierno con cortes de gas en Europa es un golpe político que puede desmoronar a la posición común de la Unión. España, Francia y, sobre todo, Alemania han venido anunciado medidas de ahorro energético que están siendo impopulares en sus países.
En el mismo sentido, Putin ha empujado a Occidente hacia la incongruencia para lidiar con las carencias energéticas. Biden llamó en campaña “paria” al monarca y dictador de Arabia Saudita, Mohamed Bin Salmán. A pesar de ello, Biden viajó a Medio Oriente para garantizar el abasto energético en particular para sus socios de la OTAN. Algo similar ocurrió con el levantamiento de las sanciones al régimen venezolano. Frente a las amenazas rusas de cortar el suministro energético, Occidente ha tenido que olvidar las violaciones a los derechos humanos y a la democracia para garantizar que la ciudadanía pueda ponerle gasolina a su coche o pueda prender la calefacción en invierno.
Y para concluir: la pugna geopolítica y geoeconómica entre Estados Unidos y China ha tenido un nuevo capítulo con la visita de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, a Taiwán. La visita ha enfurecido a China. Especialistas en la región no descartan una invasión china a Taiwán. La alianza sino-rusa podría fortalecerse.
En el camino hacia la no libertad, un extraordinario libro para entender a Ucrania y el régimen propagandístico de Putin, Timothy Snyder califica la política liberal de Occidente como “la política de la inevitabilidad”. Esta idea de la ilustración que asume que el progreso y la paz es el fin de la historia. Que la historia es un camino en donde el bien se impondrá al mal. En donde la democracia y los derechos humanos terminarán derrotando a la tiranía. El problema es que la inevitabilidad democrática es bastante evitable. Rusia es el mejor ejemplo. Es cierto que Putin ha perdido mucho y que las sanciones terminarán por dañar a la economía del oso euroasiático. Sin embargo, haríamos mal en creer por simpatía o por ideología que Putin está perdiendo la guerra. Al contrario, lamentablemente para los que creemos en la democracia y la autodeterminación de los pueblos, Putin se está saliendo con la suya.
Enrique Toussaint