Política

Posverdad, mentira y el futuro con Sheinbaum

En el país de Claudia Sheinbaum no hay inflación. Omita usted que ir al súper le cuesta 35% más que en 2018. En el país de Sheinbaum el gobierno no se endeuda. Omita usted que el pago de intereses de la deuda mexicana subió 53% en el sexenio y que AMLO solicitó más de tres billones en deuda. Datos de conservadores. En el país de Sheinbaum, AMLO es el presidente que más ha generado empleos. Bueno, no importa que Enrique Peña Nieto generó medio millón más. Una mentira piadosa en un debate es hasta obligada. Y qué decir de la gasolina. Claro que no subió: 41% de incremento en realidad significa que cuesta lo mismo. Para rematar el país de Sheinbaum: México crece más que en la larga noche del neoliberalismo (1.1%), ¿a quién le va a importar que crezcamos menos que con Zedillo (3.6%), Fox (1.8%), Calderón (1.4%) y Peña (1.9%)? No entiendo por qué no vemos el país de Sheinbaum.

Y es que no es la mentira, sino la posverdad el imperativo ético de la autollamada Cuarta Transformación. Ojo, claro que son mentiras. Sin embargo, son mentiras que tienen aspiración de verdad. Bien dice ByungChul Han que la posverdad es peor que la mentira. La mentira se asume como tal como mentira frente a la verdad; no obstante, la posverdad no se asume como tal porque es efectiva en la medida en que diluye los límites entre la verdad y la mentira. Decía François de la Rochefoucauld que la hipocresía es el homenaje que el vicio le rinde a la virtud. Pues la posverdad es la revancha que la mentira le tiende a la verdad.

Como Luis Antonio Espino lo expone, la posverdad es necesariamente un cimiento de los nuevos regímenes autoritarios. La democracia necesita verdad porque es la única forma que la ciudadanía, en libertad y en consciencia, puede hacerse una idea sobre el rumbo del país, qué está mal y qué está bien. Trump necesita de la posverdad para decir que los migrantes mexicanos destruyen el sueño americano. Modi, en India, necesita de la posverdad para expulsar del estado a los cientos de millones de musulmanes que viven en India. Maduro en Venezuela necesita de la posverdad para esconderse en el imperialismo y justificar a un país con hambre y zozobra. Hungría, el régimen de Orban, necesita de George Soros y la conspiración “woke” para justificar el liberticidio. La posverdad y el autoritarismo son vasos interconectados.

ENRIQUE TOUSSAINT. Posverdad, mentira y el futuro con Sheinbaum
ENRIQUE TOUSSAINT. Posverdad, mentira y el futuro con Sheinbaum

Sheinbaum ha hecho de la posverdad su apuesta de campaña. Eso nos llevó a decir que ganó el primer debate o que no se despeinó en el segundo. Es como si hubiera un premio en la opinión pública a esquivar los señalamientos, a desestimarlos o simplemente a pintar una imagen de un país que no existe. Lamentablemente, por una cosa o por otra, muchos medios de comunicación han decidido abdicar de su obligación de ser notarios de la realidad. Asumen una postura “neutra”. Tal candidata dijo esto. La otra respondió esto. “Llueven ataques en debate”. El periodismo no puede ser un relato de los diálogos de la realidad; debe ser un compromiso con los hechos y la verdad. Quitando columnistas, pocos medios tuvieron la valentía de señalar que Sheinbaum hizo de la posverdad y la mentira su principal estrategia para parecer intocada en los debates.

AMLO ya ha supuestollevar la mentira cotidiana al centro de la opinión pública. De acuerdo con Reforma, en mil mañaneras, el presidente dijo 94 mil mentiras. El consultor Luis Estrada señala que el promedio de mentiras en las conferencias de prensa mañaneras rebasa las cien. Sin embargo, Sheinbaum ha redoblado la apuesta de AMLO. Desde la campaña, los datos se utilizan tramposamente, no se responden acusaciones y se miente sin sonrojo.

Algún lector dirá: ¿qué hay de novedad? Todos los políticos mienten. Hay una diferencia de fondo. La posverdad, diluir la diferencia entre lo que es verdad y lo que es mentira, necesita de la muerte civilde cualquier persona, institución o instancia que puede asumirse como portadora de la verdad. Por ello, AMLO ha hecho una campaña permanente contra la ciencia, las universidades, los académicos o los periodistas. Incluso contra la iglesia. El autoritarismo no quiere hacerse con la verdad, pero sí necesita que no exista la verdad. Que todo sea puntos de vista. Posiciones políticas. Las ideas de unos contra las ideas de otros. No es tanto qué se dice, sino quién lo dice. La posverdad supone totalizar el espacio público: no hay quien tenga la verdad, son sólo posturas interesadas.

Sheinbaum ha tomado ese balón, lo infló y se puso a jugar. De la misma manera que hizo caso omiso de las investigaciones por el desplome de la Línea 12 al señalar a los autores como emisarios de Claudio X. González, hoy identifica cualquier ataque como la conspiración de los conservadores y del PRIAN. La normalización de la posverdad y la mentira como formas aceptables en el debate público abre la puerta al autoritarismo y a la incapacidad para llamar a cuentas al Gobierno. Si no hay verdad tampoco hay rendición de cuentas. Si no hay verdad tampoco hay fiscalización. Dicen que se gobierna como se hace campaña. Sheinbaum ha mostrado cuál será su talante después del 2 de junio.


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Enrique Toussaint
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