Política

Epitafio centrista

Hace unos días, el intelectual británico Rory Stewart se preguntaba: ¿por qué las opciones moderadas y centristas en el mundo ya no desatan pasiones? ¿Por qué el liberalismo como doctrina política está muriendo mientras la demagogia más vacía se asume como verdad absoluta? ¿Por qué no hay futuro en el liberalismo, pero sí mucho pasado revestido de futuro en el populismo autoritario? No es fácil responder a estas preguntas, pero antes un preámbulo.

Sólo en esta semana. Donald Trump confirmó que quiere colonizar Groenlandia, Canadá y hasta Panamá. A pregunta expresa del reportero del New York Times respondió: no descarto métodos militares. La expansión de Putin en el Este de Europa luce imparable. Austria caerá seguramente en manos del ultra Herbert Kickl; Georgia, Hungría, Eslovaquia, Bielorrusia ya son títeres del Kremlin. Y no podemos obviar que el avance de los aliados de Trump y Putin en Francia y Alemania no les descartan como alternativas de Gobierno. Musk hace su parte incentivando los peores instintos contra los migrantes en Gran Bretaña. “X” se convirtió en el instrumento de proliferación del racismo, la xenofobia y la superioridad étnica. Y no me puedo olvidar de Venezuela: Maduro toma protesta luego de robarse clamorosamente la última elección. Los sueños húmedos de la dupla Trump-Putin.

En México, el extremismo lleva años siendo política de Estado. La destrucción del orden liberal supone arrasar con todo a su paso: poder judicial, órganos autónomos, federalismo. No hay mayor extremismo que el control absoluto del poder. Por cierto, con el silencio cómplice de los grupos empresariales que prefieren callar para mantener su picaporte en Palacio Nacional.

La Reforma Judicial que entregará a Morena el control del aparato judicial es tan extrema que sólo gobernantes como el de Evo Morales en Bolivia o Recep Tayyip Erdoğan se han atrevido a esbozar. Y la reforma electoral que viene en camino también busca marcar las cartas de las elecciones, fortalecer al Gobierno y limitar a la ya de por sí muy debilitada oposición.

Vuelvo a la pregunta de Stewart. ¿Qué pasa con el liberalismo? Quienes nos asumimos liberales, estamos más a la izquierda o más a la derecha, partimos de un principio: la dignidad humana. No hay razas mejores o peores. No hay hombres mejores que otros hombres, ni mujeres mejores que otras mujeres. La dignidad es la base del liberalismo. El Estado debe existir para garantizar un suelo justo que nos permita luchar por nuestros sueños, no importa si nacimos en las favelas de Río o si nuestra cuna está en la Avenida Quinta de Nueva York. Sé que es un sueño que muchas veces ha fallado, pero nadie puede negar que hoy el mundo es más libre, próspero y equitativo que hace doscientos cincuenta años cuando estalló la Revolución Francesa con los ideales de igualdad, libertad y fraternidad.

Y es que el problema de fondo es que el liberalismo, y la moderación (hermanos siameses), está viendo su destrucción en tiempo real. Estas ideas sustentadas en la igualdad, el imperio de la ley y la libertad mueren frente a Trump que defiende la gran sustitución. La teoría que dice que los latinos o negros quieren sustituir a los blancos en Estados Unidos –cosa que electoralmente no le supuso tan malos resultados como demostró el politólogo Patrick Ruffini–. Trump y Musk lo ven mal porque creen que los blancos son mejores y sólo ellos son auténticamente americanos. El fondo de la falta de atracción de la moderación y el centrismo tiene que ver con su fuga del día a día de las personas. Con su incapacidad para entender el sufrimiento y su obsesión en estar todo el día hablando de patriarcado, veganismo y color de piel. Una falencia liberal y de izquierda para entender cómo la globalización ha dejado a millones y millones de seres humanos en la pobreza absoluta.

Y es que está claro cómo los liberales nos enredamos en grandes debates teóricos, pero que poco o nada tienen que ver con la violencia en los barrios, la drogadicción y la falta de oportunidades, un horizonte oscuro sin esperanzas. Los liberales conectamos con empresarios, la academia, con los think tanks o con la élite social, pero nada con las verdaderas luchas del pueblo.

No habrá centro liberal posible si no hay un retorno a las causas, a los dolores de la gente. Esos dolores explotados hábilmente por demagogos como Trump, Maduro, Putin o López Obrador. La muerte del centro es el triunfo de los extremos. El triunfo de los peores instintos frente a la racionalidad y la argumentación. Y spoiler: el auge del fanatismo y los peores instintos que desata la política no parece que vayan a detener su marcha. 


Google news logo
Síguenos en
Enrique Toussaint
  • Enrique Toussaint
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.