Política

Capitulación

Estados Unidos es una república, pero a diario parece ser gobernada por algo parecido a un rey sin constreñimientos ni contrapesos. Donald Trump ha hecho de las acciones ejecutivas –decretos presidenciales– su forma de, parafraseando a Musk, “cumplir con lo que votaron los americanos”. Algo similar repite el vicepresidente J.D Vance. Trump quiere dar la señal que es un emperador. Un Alejandro Magno que dobla a todo aquel que se aparece en la Casa Blanca a rendirle homenaje. Es cierto, Trump es presidente con toda legitimidad. No obstante, su victoria no fue apabullante como él y sus propagandistas quieren hacerle ver al mundo. Trump ganó por 1.8%. Tiene la mayoría parlamentaria más ajustada en décadas. Y la Corte comienza a operar como contrapesos frente a sus locuras. A pesar de ello, percepción es realidad. Trump quiere que el mundo lo vea como Donald I Rey de América. 

Con esa aparente fuerza de las urnas –que es más propaganda que real–, Trump entiende que la capitulación de amigos y enemigos es sinónimo de que “América es grande otra vez”. Primero, Trump dobló a su odiado Justin Trudeau. El primer ministro canadiense ha tenido que ceder a las locuras de Trump e incluso ha aceptado todas las exigencias para que Ottawa se haga cargo del tráfico de fentanilo (Canadá produce menos del 3%). No importa que las peticiones no tengan que ver con la realidad, lo que quiere Trump es la humillación. La crueldad de la derrota. Como escribió Judith Shklar (1984) en su extraordinario Ordinary Vices: el peor vicio no es ni la hipocresía, mentira o arrogancia, sino la crueldad. Trump hace de la crueldad su forma de entender la política.

La capitulación mexicana es también profunda, aunque esperable. López Obrador dobló las manitas desde 2016. Aceptó la vena imperial de Donald y Sheinbaum no ha hecho lo contrario. En menos de un mes, México ha aceptado todas las condiciones impuestas por Trump, incluyendo la detención y extradición de capos o la permanente militarización de la Frontera Norte. México será denominado, en cualquier momento, tercer país “seguro”. El programa quédate en México será la última cereza en el pastel. Tal vez no la última, sólo la siguiente. No hay llenadera para quien ve que sus palabras son órdenes.

Las capitulaciones no acaban ahí. Fue llamativo ver a Keir Starmer, primer ministro laborista de Reino Unido, llegar casi hincado a Washington. Y para no errar con su apuesta por alimentar el ego y el poder de Trump, Starmer le transmitió la especial invitación del Rey Carlos III a una visita de Estado (por segunda vez Trump recibido en el Palacio de Buckingham). “Algo que nunca ha ocurrido en los últimos tiempos”. 

Sólo Emmanuel Macron, el débil e impopular presidente de la República Francesa, se atrevió a diferir mínimamente de las grandilocuencias de Trump. Se atrevió a recordarle, en la misma Casa Blanca, que Europa paga el 60% de la defensa ucraniana frente al invasor ruso. Macron tuvo esa poca dignidad que ningún mandatario ha tenido frente a Donald I Rey de América. La interrogante será la posición del canciller Friedrich Merz. Merz está en negociaciones para formar gobierno y sus posiciones no suelen estar alineadas con las de Trump. Alemania es la tercera economía del mundo y Angela Merkel fue hostil con Trump hace ocho años. No obstante, Merkel y Merz han sido rivales por décadas. 

La última capitulación fue la de Volodímir Zelensky. El presidente ucraniano aceptó un acuerdo para ceder a Estados Unidos una buena parte de sus ingresos por la venta de recursos naturales a cambio del apoyo americano a la defensa ucraniana. El enfoque transaccional de Trump dio resultados. El imperialismo se viste de acuerdos y negociaciones. No es más que el colonialismo de Donald I Rey de América imponiéndose frente a una comunidad internacional impotente y cobarde. 

No sé si la administración de Sheinbaum entiende la obsesión trumpista por derrotar y humillar con crueldad. Su fascinación por ver cómo el mundo, que antes lo señalaba, ahora se hinca frente a él. El último eslabón del extravío de un Occidente sin liderazgo.

Sólo China se ha mantenido lejos de la adulación a Trump. Sheinbaum ha decidido darle a Trump lo que pida. Parece sensato a corto plazo, pero estamos a expensas de sus chantajes. Y no para imponer aranceles en abril, sino por los próximo cuatro años. La victoria del movimiento de Trump (el llamado, MAGA) es la capitulación, derrota y humillación del resto del planeta.

Si México se convierte en la Frontera Vertical que Trump desea (tomo prestado el concepto del doctor Eduardo González), no seremos más que un estado vasallo. A veces, atreverse a decir NO tiene sus costos. Está por verse si Sheinbaum tiene el coraje para defender los intereses nacionales.


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Enrique Toussaint
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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